El silencio en la habitación se vuelve insoportable, pesado como un muro que nos aplasta a todos. La última declaración de Colombo revolotea en nuestras cabezas, dejando una sensación sombría. Me levanto de la silla, temblando ligeramente, mientras intento procesar sus palabras.
—¿En la morgue? ¿Cómo es eso posible? ¡Yo la vi viva, tío! —exclamo con desesperación, mientras las imágenes de Chiara gritando y forcejeando en el hospital se repiten como un implacable disco roto dentro de mi mente. —¿Estás seguro, Gerónimo? —insiste el tío. —Cien por ciento, tío —aseguro, viendo cómo los demás también asienten—. Chiara llegó viva al hospital; si mi cielo le hubiera dado en la frente, no hubiera podido gritar como lo hacía. —Me parece que alguie