El médico fue claro. Demasiado claro.
Reposo absoluto.
Nada de paseos largos, nada de sobresaltos, nada de cargar culpas que pesaran más que su propio cuerpo. Emma asintió mientras escuchaba, pero por dentro sentía que algo se le quebraba con un sonido casi imperceptible. No era solo el embarazo. Era la vida misma pidiéndole que se detuviera cuando todo en ella estaba en movimiento.
La casa volvió a cerrarse a su alrededor como un refugio y una prisión al mismo tiempo.
Las persianas filtraban una luz suave de la tarde, y el silencio tenía un peso distinto ahora. Sofía estaba en la habitación contigua, dibujando en silencio, como si intuyera que cualquier ruido fuerte podía romper algo frágil. Emma se recostó despacio en el sofá, una mano sobre el vientre, respirando con cuidado.
Nunca había tenido tanto miedo… y nunca se había sentido tan acompañada y tan sola al mismo tiempo.
El timbre sonó una sola vez.
Emma supo quién era antes de levantarse siquiera. No por intuición romántica, si