La mañana no llegó con ruido.
No hubo sobresaltos, ni llamadas tempranas, ni decisiones urgentes reclamando atención. La luz entró despacio por las cortinas, como si incluso el día supiera que algo delicado estaba intentando sostenerse.
Emma despertó antes que Alejandro.
No por costumbre, sino por esa vigilia ligera que se instala después de una noche intensa sin haber sido ruidosa. Abrió los ojos y lo primero que hizo fue comprobar que él seguía ahí. No con ansiedad, sino con una calma expectante.
Alejandro dormía de lado, la respiración profunda, el ceño relajado. No había culpa en su expresión. Tampoco huida.
Solo cansancio honesto.
Emma se quedó mirándolo unos segundos más de lo necesario. No pensó quédate. Pensó así eres cuando no estás escapando.
Se levantó sin hacer ruido.
En la cocina, la casa parecía otra. No distinta… más presente. Como si los objetos hubieran dejado de ser testigos incómodos para volver a ser simplemente parte de una vida en marcha.
Preparó café. Puso dos t