Capítulo 12

—No puedes dormir… —repitió, y no supe si lo dijo como pregunta o como afirmación.

Negué con un gesto, sintiéndome un poco fuera de lugar en ese salón enorme y silencioso.

—No. Tuve una pesadilla —respondí, bajando la mirada.

Él me observó durante unos segundos que se me hicieron eternos, y luego señaló el sillón frente a él.—Siéntate.

Obedecí, más por instinto que por voluntad. El tapizado era frío, pero la presencia de Alejandro en la misma habitación parecía calentar el aire. Sus dedos largos giraban el vaso lentamente, como si necesitara distraerse con ese movimiento.

—¿Pesadillas frecuentes? —preguntó, sin rodeos.

Tragué saliva.

—A veces. Casi siempre… con el orfanato.

No estaba segura de por qué se lo estaba diciendo. Hasta ese momento había evitado hablar de mi vida allí. Pero la forma en que me miraba, con una mezcla de interés y una cautela que no alcanzaba a ser desconfianza, me hacía querer explicarme.

Pasamos la noche hablando.

—No recuerdo un solo día de mi infancia sin e
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