Capítulo 105

El apartamento estaba en penumbras, iluminado solo por el resplandor de la ciudad que se filtraba a través de las cortinas mal cerradas. Emma despertó lentamente, con la cabeza apoyada en el pecho de Alejandro. Escuchaba el latido constante de su corazón, fuerte, obstinado, como si cada golpe fuese un recordatorio de que todavía estaban vivos, de que aún podían luchar.

No quiso moverse de inmediato. Era raro tener un instante de calma, y lo apreció como si fuera un regalo prohibido. La mano de Alejandro reposaba sobre su cintura, cálida y firme incluso dormido, como si temiera que ella desapareciera en cuanto la soltara. Emma cerró los ojos y se permitió imaginar que ese lugar no era un escondite, sino un hogar.

Pero la realidad los alcanzaba incluso en el silencio. El sonido distante de sirenas, el zumbido de la ciudad que nunca dormía, la tensión que flotaba en cada esquina… y los recuerdos de la noche anterior, cuando la traición de Julián había estado a punto de quebrarlos para si
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