Capítulo 106

La víspera acababa de caer como un telón sobre la ciudad. En el pequeño apartamento que les servía de cuartel, las lámparas estaban atenuadas y las conversaciones circulaban en voz baja, como si el ruido pudiera filtrar la atención de quienes podían estar escuchando afuera. Alejandro limpió el arma una vez más, con los movimientos tranquilos de quien encuentra en la rutina una forma de calmar la tormenta interior. A su alrededor, el equipo terminaba de repasar mapas y listas: Lucía con una libreta llena de nombres y anotaciones; Mateo revisando rutas en el móvil; Emma ordenando papeles que Alejandro había logrado rescatar en días anteriores.

—Tenemos que hacerlo limpio —dijo Alejandro al fin, sin levantar la vista—. Sin ruido, sin víctimas innecesarias. Si esto sale mal, Arturo nos aplasta y vuelve a enterrar todo.

Lucía cerró la libreta y apoyó los codos sobre la mesa. Su pierna aún le dolía, pero sus ojos brillaban con la misma determinación que los primeros días que la habían impul
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