Isabella
Hay cartas que huelen a pólvora incluso antes de ser abiertas.
Y la mía llegó al amanecer, en manos temblorosas de un mensajero demasiado joven para saber en qué infierno se había metido. La sobresellaron con tinta negra, sin remitente, sin advertencias. Pero bastó con ver el símbolo marcado a fuego en el papel —la rosa marchita de los D’Angelo— para que supiera exactamente de qué se trataba.
Una reunión.
Una "invitación de emergencia" para “reconstruir el equilibrio entre familias”.
Una tramp