El aire olía a café tostado, un perfume nocturno que se colaba por las rendijas de la ciudad como una promesa antigua.
En el interior de "La Última Nota", el bar se impregnaba de su habitual mezcla de humo dulce, licor añejo y secretos compartidos en voz baja.
Las luces tenues bañaban el ambiente con un tono ámbar que parecía suspendido en el aire. Valery se movía entre las mesas con la gracia de una melodía lenta, abría botellas, servía copas, escuchaba mitades de confesiones con esa sonrisa templada que nunca decía demasiado.
El tintinear de un vaso contra la barra marcó la llegada del cliente que desentonaba con todo el entorno.
Un hombre maduro, con un traje barato y la seguridad falsa de quien confunde poder con volumen de voz, ese sujeto la observó con descaro.
—Y tú, muñeca, ¿qué haces trabajando aquí con esa cara? Seguro podrías ganarte la vida de otras formas… más divertidas.
Valery no respondió.
Su rostro se mantuvo sereno, apenas era una línea suave entre los labios, como si