Esa noche, Jacob regresó a casa.
Cerró la puerta con fuerza, sus pasos eran más pesados de lo normal, llevaba el ceño fruncido y el rostro desencajado.
Valery lo esperaba en la sala, sentada, leyendo un libro antiguo que ya había leído cientos de veces, su expresión era serena, aunque por dentro el eco de lo que había hecho aún palpitaba.
—¿Todo bien? —preguntó, sin levantar la vista.
—¿Te enteraste? —respondió él.
Ella cerró el libro con suavidad y lo miró.
—¿De qué?
—Mi antiguo jefe… fue asesinado esta tarde.
Silencio.
—Dicen que fue en su propia casa, dicen que fue brutal, sangre por todas partes.
Valery bajó la mirada, la botella de vino reposaba en la cocina camuflada en el viñedo disfrazada entre otras más.
Todo estaba en su lugar, todo, excepto la calma.
Jacob se dejó caer en el sofá, inquieto.
—No sé por qué… pero siento que lo que le pasó es lo mismo que le pasó a Mason… —murmuró Jacob con la voz apenas contenida.
Sus cejas se fruncieron, y sus manos, ahora entrelazadas sobre