El crujido leve de la madera fue lo primero que Jacob escuchó al abrir los ojos.
El contraste entre el calor atrapado bajo las sábanas y el aire fresco que le rozaba la piel expuesta lo hizo estremecer brevemente, como si la casa le recordara que aún no pertenecía del todo a ese nuevo hogar.
El colchón guardaba el aroma reciente de Valery, mezclado con el de su propio sueño. Afuera, el silencio era tan denso que cada pequeño sonido parecía amplificado, y esa quietud despertaba sus sentidos de forma inquietante, se desperezó con lentitud, aún envuelto en la tibieza de las sábanas, y dejó escapar un suspiro largo.
Estaba en su nueva casa, la que compartía con Valery, y sin embargo, algo se sentía distinto, la luz matinal entraba en franjas suaves por las cortinas, y el silencio tenía una textura densa, casi expectante, como si la calma escondiera un secreto aún sin revelar.
Se levantó, se puso una camiseta a medio vestir, y caminó hasta la cocina con los pies descalzos.
El suelo frío l