Mundo ficciónIniciar sesiónAl llegar al palacio, apenas reparé en nada de lo que me rodeaba. Ni en las paredes resplandecientes, ni en los guardias que inclinaban la cabeza a mi paso, ni en las voces que se cruzaban en los pasillos. Todo era un murmullo distante, un telón de fondo irrelevante.
Mi único destino estaba claro: la cocina. Los cocineros me miraron con cierta sorpresa cuando crucé el umbral sin anunciarme, con la respiración agitada y una urgencia imposible de disimular.Nadie dijo nada.Tal vez fue la dureza en mis ojos, o el tono cortante con que pedí—más bien ordené—usar el espacio. Incluso si alguno hubiera querido oponerse, no lo habrían hecho. Mi petición era demasiado grave, demasiado cargada de algo que no podían nombrar. No era una simple solicitud: era una orden velada, y todos lo entendieron. Aun así, no dejaron de mostrar cortesía. Uno de ellos me ofreció ayudar a batir la crema, otra intentó alcanzarme la fruta ya cortada. Sus






