Mundo ficciónIniciar sesiónSe detuvieron frente a mí, contemplando a Noriel aún abrazado a mi falda, sus ojos brillantes y húmedos, mirando al suelo con la solemnidad de un pequeño mártir.
—Lo sentimos… no te enojes con él —dijo Nadiel con una voz suave y medida, como si hubiera practicado cada palabra frente al espejo antes de salir corriendo hacia mí. —Fue nuestra culpa —añadió Numiel, bajando la cabeza, con una expresión que habría derretido el corazón de cualquiera… excepto el mío, acostumbrada a ese juego de teatrillos que repetían con precisión cada vez que cometían alguna travesura. Suspiré y crucé los brazos, observando a los tres con una mezcla de diversión y resignación. Era una rutina que conocía demasiado bien: primero huían, luego regresaban con cara de penitentes, después se acusaban entre ellos y, finalmente, cuando ya se les agotaban las excu






