Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de nuevo, dejando entrar a dos personas.
La primera era una mujer, con cabello rubio recogido en un peinado elegante y ojos severos que parecían analizar cada detalle. Su vestido verde esmeralda contrastaba perfectamente con las brillantes joyas que adornaban su cuello y muñecas, haciendo que pareciera una obra de arte viviente. Hasta el momento era la más hermosa que había visto. —Esther, siempre tan precipitada —dijo la mujer con una voz calmada pero cargada de autoridad—. Deja de amenazar a la chica. ¿De verdad crees que estás en posición de burlarte de la procedencia de alguien? Esther, quien había estado mostrando una actitud altanera hasta ahora, se giró lentamente y le lanzó una mirada tan gélida que casi parecía capaz de congelar la habitación. Sin decir una palabra, caminó hacia la salida, chocando deliberadamente con el hombro del segundo recién llegado antes de desaparecer por