Ryle es un omega de dieciocho años que huele a flores, es inocente, dulce y no ve la maldad en otras personas. Ama a todo el que lo rodea y es capaz de dar sin recibir nada a cambio. No ha vivido una vida plena y alocada como cualquier omega de su edad, pero eso lo hace especial. Lo sensible y cariñoso que puede llegar a ser Leonidas es un alfa dominante de veintiocho años que ama observarlo desde su cafetería todos los días. Cuando el omega y el Alfa se reencuentran se dan cuenta que están hechos el uno para el otro, la verdad son más que eso. Leonidas es su Alfa predestinado y su lobo lo sabe. Pero la madre omega de Ryle es alguien que no aprueba la relación y no lo hará nunca.
Leer másEnero 01. San Antonio, Texas.
El día permanecía increíblemente soleado y caluroso, aunque tal vez, ésto se debiera a las miles de personas que llenaban las calles de la ciudad; brincando, aplaudiendo, silbando y gritando ante el magnífico desfile que se desataba. Minutos antes, Leonidas había decidido alejarse un poco de aquel gentío, pero le fue imposible cuando su mejor amigo, Jacob, lo jaló del brazo; íntegramente emocionado y metiéndolo aún más entre la multitud. Pronto él percibió como el aire comenzó a faltarle, pero pudo respirar una vez más cuando la barandilla chocó contra su abdomen, indicándole que no podían ir más allá de lo que, posiblemente, Jacob deseaba. — ¡Oh, por Dios! ¡Mira que hermosa esa! — Gritó, haciéndose escuchar por entre la bulla. Leonidas admiró la carroza que había señalado el Enigma, y con una sonrisa poco entusiasmada, él asintió. Era cierto, todas eran preciosas, pero él ya se estaba aburriendo. Y es que nunca fue especial fanático de los festejos, y aquel maravilloso desfile definitivamente no sería la excepción. Era el cuarto año consecutivo en el que pasaba el aburrido y tedioso primero de enero en el Desfile del Torneo de las Rosas. Definitivamente, los dos primeros años habían sido inolvidables, pero ese día tan sólo habían asistido su Enigma amigo y él. Sin siquiera un acompañante de más; y él apreciaba la compañía de Jacob, incondicionalmente, pero a veces resultaba tan infantil que ciertamente, no aparentaba su real edad. Soltando un ligero suspiro, él apoyó sus manos en la barandilla, dispuesto a disfrutar lo mucho o poco que Jacob deseara permanecer en el lugar y a su vez, intentar despejar el agobiante aburrimiento de su cuerpo. Cuando miró a todo su alrededor y observó las miles de personas alegres, él se permitió sonreír, pensando que era un vil y testarudo amargado. Omegas, Betas y Enigmas y alfas saltando y gritando, completamente felices. Justo en aquel momento, en el que empezó a hundirse filosóficamente en el porqué de sus acciones, su mirada se vio atrapada por un omega increíblemente feliz. Sus manos agitándose hacia arriba mientras se movía al ritmo de la música que sonaba. Parecía gritar cosas a las personas que lo acompañaban, y una preciosa corona de flores reposaba sobre su omega cabello. Como la destacaban varias personas presentes. Leonidas sonrió de lado, pensando que lucía tremendamente tierno, y cuando menos lo esperó, los grandes ojos se posaron sobre los suyos. Él no reaccionó necesariamente rápido, admirando como las mejillas del joven se prendían y dejaba de hacer su baile improvisado, pareciendo completamente avergonzado. Aquel gesto hizo reír a Leonidas, quien relamiendo sus labios, intentó hacerle una seña con sus ojos de que, indudablemente, no debería detenerse. Pero el pequeño omega pareció no comprender, y en lugar de eso, mordió su labio. Increíblemente rojo. — Hey — lo llamó Jacob. El Alfa se vio obligado a apartar la mirada, fijándola en los ojos curiosos de su amigo— . Sé que no estás muy contento aquí, así que si quieres que nos vayamos, no me opondré. Digo, no es como si el año entrante no volveremos a venir — se rió, una mueca relajada. Leonidas agradeció internamente su gesto, aunque maravillosamente, él estaba planeando quedarse un rato más. Y todo, por tan sólo seguir observando al bonito omega de la corona. — Seguro — respondió Leonidas, una voz despreocupada— . Tan sólo unos minutos más. Y cuando volteó hacia el lugar donde había estado observando, admiró como los ojos rodeados de espesas pestañas parecían sonreírle; aquello le resultó innegablemente encantador. Estiró sus labios en una pronunciada sonrisa, moviendo su mano en forma de saludo cuando el omega sintió como lo jalaban de la camisa, y prontamente, Leonidas admiró como una omega asemejaba decirle algo. Él realmente pensó que lo seguiría observando por un tiempo más, pero cuando el omega se dio media vuelta, con una mirada aparentemente triste, Leonidas supo que no todo podía ser tan bueno. Aunque quiso refutar aquel comentario inmediatamente, cuando admiró como el omega veía por encima de su hombro, y con una última sonrisa, pareció despedirse de él. Leonidas enseguida supo que también era su hora de irse. — Vamos — jaló a Jacob, quien había ignorado todo aquel momento, sus ojos fijos en las imponentes carrozas. — Lo siento, prometo que el año entrante vendremos con más personas — se disculpó el Enigma, cuando ya estuvieron frente al auto de Leonidas. Leonidas sonrió confusamente, y echando un último vistazo atrás, se encogió de hombros. El rubiecito en sus pensamientos. — No importa — afirmó— . A decir verdad... creo que este año vi cosas más bonitas.Ryle sostenía a su hijo con una ternura infinita, casi con temor de quebrarlo, como si aquel pequeño ser fuese de cristal. Destiny apenas había abierto sus ojos, y aunque su mirada aún era borrosa y confusa, Ryle se sentía embelesado por la increíble similitud entre él y Leonidas. Observaba con asombro los pequeños rasgos del bebé: el mismo cabello negro azabache, las cejas definidas y esa expresión serena que tanto le recordaba a su alfa.De pronto, la voz de su madre llenó el cuarto, suave pero inesperada.—Hijo…Ryle alzó la mirada, sus ojos brillando de emoción al reconocer esa voz. No pudo contener una exclamación.—¡Mamá! —dijo con entusiasmo, luchando por no alterarse demasiado. Angela se acercó con una sonrisa, aunque su rostro mostraba un dejo de culpa. Se inclinó hacia él, besando primero su frente y luego su mejilla, como si quisiera reconectar con ese niño que había extrañado tanto. Al posar su mirada en Destiny, los ojos se le llenaron de lágrimas.—Es hermoso, mi pequeñ
Leonidas caminó hacia la camilla con los ojos llenos de ternura, y en cuanto sus miradas se cruzaron, sintió cómo todo a su alrededor desaparecía, dejando solo a Ryle y a su pequeño en ese instante de paz y amor absoluto. Ryle, con una enorme sonrisa que irradiaba felicidad, le mostró al bebé que descansaba tranquilo en sus brazos.—¿Viste qué hermoso es, Leo? —susurró Ryle, su voz llena de asombro y admiración—. Se parece tanto a ti… tiene tu cabello negro y esos ojos tuyos, como si desde siempre estuviera destinado a parecerse a su papá.Leonidas se inclinó para observar más de cerca al recién nacido, y una sonrisa suave y llena de orgullo se dibujó en su rostro.—Es tan hermoso como tú, amor —respondió, con una voz que contenía una mezcla de emoción y asombro—. Mira, tiene tu nariz y tu boquita… Cada rasgo suyo es perfecto.Ryle rio suavemente, su alegría era tan contagiosa que hacía que Leonidas sintiera que podía tocar el cielo solo con mirarlo. Después de un momento, Ryle bajó l
En ese momento, Patrick salió del hospital acompañado por un grupo de médicos y enfermeras que traían una silla de ruedas. Al verlos, Ryle suspiró profundamente, como si apenas estuviera procesando que en unas pocas horas conocería a su cachorro. La emoción se mezclaba con un poco de miedo en sus ojos, y Leonidas lo notó de inmediato. Le apretó la mano, brindándole un último gesto de seguridad antes de que se lo llevaran.Uno de los médicos se acercó a ellos, con una expresión profesional y calmada.—Necesito que se quede aquí afuera del salón. Como sabe, no puede entrar —dijo el médico a Leonidas con firmeza.Leonidas asintió, aunque sus manos se aferraban a las de Ryle como si fuera incapaz de soltarlas.—Entiendo… —respondió con voz seria, pero luego volvió a enfocarse en Ryle, sabiendo que necesitaba despedirse con todo el amor que sentía en ese instante.Se inclinó para darle un beso en los labios, suave, pero lleno de significado, deseándole toda la fuerza que necesitaba.—Mi am
Siete meses habían pasado, y el brillo en los ojos de Ryle era inconfundible. Su barriga redondeada era un recordatorio constante de la vida que crecía en su interior, llenándolo de una felicidad que no había sentido jamás. Cada mañana, al verse en el espejo, acariciaba su pancita, imaginando el rostro de su bebé y sintiendo un amor tan profundo que apenas podía describirlo. Preparaba su nido con entusiasmo y cada detalle era un reflejo de su amor y expectativa. Sin embargo, había una regla clara: nadie podía entrar allí, solo su alfa. Ni siquiera sus amigos o su propio padre. La idea de que otro olor, otro rastro de feromonas que no fueran las de Leonidas, invadiera su espacio, lo hacía sentirse incómodo. La presencia de su alfa lo tranquilizaba, su aroma lo hacía sentir protegido, y eso era todo lo que necesitaba para estar en paz.Leonidas, con una sonrisa amorosa y paciente, había estado observando esta transformación. Sabía cuánto significaba cada pequeño detalle para su omega, a
Mientras el coche avanzaba por las calles, el silencio entre Leonidas y Patrick era pesado, pero lleno de entendimiento mutuo. Ambos sabían que la situación no era fácil, pero al menos compartían el mismo deseo: ver feliz a Ryle.Patrick rompió el silencio, su voz cargada de compasión y sinceridad.—Lamento mucho esta situación, Leonidas —dijo, suspirando suavemente—. Espero que con la llegada del bebé, Angela cambie y te acepte. No mereces este trato. Eres un buen alfa para mi hijo, lo amas y lo proteges, tal como me prometiste que harías cuando nos conocimos.Leonidas, con los ojos fijos en la carretera, apretó el volante con un poco más de fuerza. Las palabras de Patrick le dieron una extraña mezcla de alivio y dolor.—No entiendo por qué ella me odia tanto, señor Patrick —dijo con un suspiro—. Nunca he hecho nada para dañarlo, jamás pondría a Ryle en peligro. Aun si en algún momento me equivoqué, ella no me da ninguna oportunidad. Desde el primer día, me rechazó sin conocerme real
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol apenas asomaban cuando Leonidas abrió los ojos. Miró el rostro apacible de Ryle, dormido a su lado, y no pudo evitar sonreír. Había algo en la fragilidad de su omega, en esa paz que emanaba al dormir, que le recordaba por qué haría cualquier cosa por él. Sin hacer ruido, Leonidas se levantó con cuidado, dejó una notita sobre la almohada de Ryle, junto con un mensaje cariñoso: *“Duerme un poco más, amor. El desayuno está en la cocina. Nos vemos pronto, cuídate mucho.”*Preparó un desayuno con esmero, llenando la cocina de un aroma dulce y cálido. Antes de salir, echó una última mirada al departamento, queriendo que Ryle encontrara un poco de tranquilidad y felicidad cuando despertara. Tomó las llaves de su coche y salió con sigilo, asegurándose de no hacer ruido y evitar que Ryle se despertara antes de tiempo.En el elevador, su teléfono emitió un leve sonido. Era un mensaje de su madre: una felicitación por la noticia de que sería padre
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