La persona que me devolvía la mirada desde el espejo no parecía ser yo. Era difícil creer cómo un poco de maquillaje, joyas y ropa nueva podían transformar tanto a alguien. Mi rostro era el mismo, pero ahora lucía más brillante, sin rastro del cansancio que solía acompañarme. El vestido azul oscuro que llevaba me hacía ver elegante, aunque mi cabello seguía igual de rebelde como siempre.
—Eres muy hermosa. Cuando nuestra señora te vea, quedará completamente prendada de ti —comentó Catherine, sonriendo con aprobación. —No creo que sea para tanto. Las personas que forman parte de su harem también deben ser hermosas. Leah es un claro ejemplo de ello. Catherine soltó una ligera risa mientras ajustaba mi vestido, que había quedado torcido. Antes de que pudiera decir algo más, un suave golpe en la puerta interrumpió la conversación. —Señorita, venga conmigo. Ya es hora —anunció una voz tranquila al otro lado. El so