Un ruido fuerte y molesto me arrancó bruscamente del sueño.

Abrí los ojos de golpe, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba por el sobresalto. Me incorporé lentamente en la cama, parpadeando para acostumbrarme a la penumbra de mi habitación. Por un momento, pensé que se trataba de mi sirvienta tocando a la puerta, pero pronto me di cuenta de que no era así.

La noche seguía envolviendo todo, las velas estaban completamente apagadas y ni siquiera había señales del primer resplandor del amanecer.

El sonido se repitió, más fuerte, más insistente. Esta vez lo escuché con claridad: eran gritos, pasos apresurados, objetos cayendo y el retumbar de acero chocando contra acero. El caos parecía extenderse por todo el palacio.

Algo andaba mal. Muy mal.

Me levanté de un salto, ignorando el frío suelo de piedra bajo mis pies descalzos. Temblorosa, busqué rápidamente algo que cubrir sobre mi camisón de dormir. Me pu