Esto era exactamente lo que necesitaba.
Después de tanto caos, después de los días de angustia y desvelo, sentir el calor de sus cuerpos junto al mío era lo único que me mantenía en calma. Esa calidez me anclaba a la realidad, me recordaba que, a pesar de todo, aún existían rincones seguros en este mundo roto.
Extrañaba tanto esos momentos sencillos… solo estar entre sus brazos, mientras ella deslizaba los dedos por mi cabello con una ternura que parecía infinita.
Su voz, susurrándome al oído que todo estaría bien, era como un bálsamo.
Una promesa que necesitaba creer, aunque en el fondo temiera que solo fueran palabras vacías.
Si ella lo decía, aunque fuera mentira, yo le creería.
—¿Ya te sientes mejor? —su voz suave interrumpió mis pensamientos.
Asentí con una sonrisa débil. El cansancio aún se notaba en mis ojos, pero al menos podía respirar.