Mundo ficciónIniciar sesiónUna vez terminé mi comida, regresé al único lugar del que me negaba a salir.
La habitación donde descansaba Nuriel. Cada vez que cruzaba aquel umbral, algo dentro de mí se detenía. Todo parecía suspendido en un silencio espeso, casi sagrado. Solo el leve sonido de su respiración —pausada, frágil y constante— recordaba que aún había vida.Esa cadencia débil era mi único consuelo, la última hebra que me unía a la esperanza. Avancé despacio hacia la cama, como quien se aproxima a un altar que exige respeto. El dosel caía con una elegancia melancólica, y las sábanas, de un blanco inmaculado, contrastaban con la palidez casi marmórea de su piel. Cada paso que daba me parecía un sacrilegio. Me senté con cuidado al borde del colchón, temerosa de alterar siquiera el ritmo del aire. Inspiré hondo. Luego, con las manos temblorosas, me incliné hacia ella. Mi palma encontró su mejilla, y por un instante sentí que el mun






