Su primer día de trabajo, una noche lluviosa, un tropiezo y un paraguas rojo cambiarán el destino de Daisuke al conocer a Hikaru, un chico con adicción a los problemas y al ; quien desde que notó la mirada de Daisuke, se enamoró de él, ¿será capaz de dejar atrás su vida de excesos?
Leer másNo mucha gente se encontraba dentro del cementerio de Aoyama, y menos bajo esas condiciones climatológicas.Un cielo grisáceo repleto de espesas nubes cubría esa tarde la ciudad de Tokio; la lluvia caía con intensidad. Podía escucharse el constante siseo de la lluvia al caer y chocar sobre el suelo, y los monumentos de piedra. Un muchacho de mediana estatura avanzaba a través de los innumerables monumentos. El grueso abrigo negro que le cubría daba la sensación de que su estructura física era más gruesa de lo que en realidad es. Su piel blanca se ve aún más pálida. Su cabello negro mojado se pega a la piel de su rostro haciéndole lucir como si estuviera enfermo. En su mano derecha sostenía un paraguas rojo cerrado, y en la izquierda llevaba empuñada una fina cadena de oro, de la que colgaban un par de anillos con una inscripción.
La expresión de su rostro era sombría; las largas ojeras que enmarcaban sus ojos pardos, denotaban la falta de sueño que le había estado asechando; y su triste mirada, dejaba ver que la razón de su angustia, se encontraba en ese lugar. Caminaba con determinación hasta detenerse frente a un monumento de piedra, en el que puede leerse un nombre: “佐藤光” (Satō Hikaru). Bajó su mirada al suelo, colocó el paraguas junto al monumento, y colocó la cadena con los anillos sobre el mismo.
Suspiró profundamente y comenzó a decir:
—Ha pasado un año desde que te fuiste de este mundo, y de mi vida de paso. Estoy aquí, ante tu tumba, vengo a decirte que aún te extraño; que aún me hace falta tu aroma en mi casa, el sonido de tu voz, o de tus pasos inquietos de un lado a otro.
Decirte que me odio, por no haber podido evitar amarte de la manera en que lo hice, y lo sigo haciendo. Decirte, que no sé qué me diste para tenerme hecho un idiota.
Darte las gracias por mostrarme que puedo ser capaz de cambiar si me lo propongo, y de ser mejor persona también. Hikaru… tantas cosas han pasado en este año. Me mudé hace una semana, no podía seguir viviendo en la misma casa. He vuelto a tener una buena relación con mi familia, no fue fácil, pero me han apoyado tanto… —suspiró aquel joven llevándose una mano al rostro para limpiar sus ojos empañados—. Este año me ha dejado saber muchas cosas que me ocultaste, Hikaru; cosas que encubriste bastante bien, que me he enterado a cuentagotas y cada ocasión es como una puñalada, que va perforándome el alma misma.
A veces quisiera odiarte; hay días en los que juro que hubiera preferido jamás haberte conocido, y enseguida me arrepiento. No había podido deshacerme de tus cosas sino hasta hace un par de semanas, con lo de la mudanza y todo eso, ya que en mi nuevo apartamento no caben tantas cosas. Aún conservo esa camisa de seda que tanto adoraste; iba a tirarla, pero al verla no pude, y me aferré a ella. Usé el anillo que me obsequiaste hasta hoy por la mañana, te lo devuelvo, junto con este paraguas rojo que inició el desastre. No planeo volver por aquí, lo lamento; esta es la última vez que voy a hacer este ejercicio masoquista.
El chico introdujo su mano en el bolsillo derecho de su grueso abrigo de lana negro. Extrajo de ahí un sobre cerrado, en el que el muchacho había escrito el nombre del destinatario de forma pulcra. Colocó aquel sobre blanco encima del monumento, sin impedir que las constantes gotas de lluvia lo mojaran hasta empaparlo.
—Sé que no puedes leerla ya, y quizás si pudieras leerla no te gustaría su contenido; tal vez podrías pensar que no tiene caso que la haya escrito, pero te equivocas, para mí ha tenido una importancia enorme. No es muy larga, debo decirte. La verdad me costó mucho trabajo atreverme a escribirla, le di muchas vueltas a la idea en mi cabeza, pero hablar con Ryū me ayudó a decidirme. No estaba seguro de venir hoy a dejar todo esto, porque habían anunciado bastante lluvia; pero de todas formas no es como que puedes darle un uso ahora, ¿verdad?
Suspiró. Miró a su alrededor, la lluvia comenzaba a escampar, y de a poco la temperatura volvía a levantar. Elevó su mirada al cielo. Suspiró de nuevo.
—Hasta siempre, Hikaru. Gracias por lo que vivimos en esa realidad alterna que creaste para mí. No puedo odiarte por más que lo intente, y ya voy a dejar de intentarlo. Voy a caminar hacia adelante, y no voy a mirar atrás. Debo irme ya, debo volver al trabajo, y no quiero estar entre tanta gente en la estación. Adiós, Hikaru.
Suspiró por última vez, acarició aquel nombre grabado en el monumento de piedra, un par de lágrimas recorrieron sus mejillas. Se apresuró a limpiarlas con la manga de su abrigo. Dio media vuelta y comenzó a caminar de regreso, por el mismo camino que había utilizado para llegar hasta ahí.
Su nuevo apartamento era un lugar más bien pequeño; en el que, en realidad, no cabía más que un sillón de dos plazas; su cama, arrinconada contra uno de los muros; una pequeña mesa, que la haría de escritorio también, y el amplio librero que solía llenar de libros, materiales, discos y películas. El resto de los muebles que solía tener su familia decidió guardarlos para cuando el muchacho decidiera mudarse a algún lugar más amplio.Caminó hasta la ventana y se asomó para ver a la gente en el exterior ir y venir, como si quisiera hipnotizarse con aquello. Suspiró de forma ruidosa. Caminó hasta la mesa y colocó una hoja sobre la misma, buscó un bolígrafo, y comenzó a escribir aquella carta de despedida que Ryū le hubiera animado a escribir. Observó aquel bolígrafo en su mano, y desviaba su mirada hacia aquella ho
Comenzó a retomar sus actividades poco a poco; primero la universidad, ya que sólo había perdido unas cuantas semanas de estudios al final del verano, y debía ponerse al día. Había días en los que le costaba trabajo desde levantarse; días en los que permanecer en silencio, recordando a Hikaru, y las noches llorándole, iban disminuyendo conforme las semanas fueron transcurriendo. La llegada del invierno fue como dar pasos hacia atrás en el estado de ánimo del muchacho, haciendo que sólo saliera del apartamento para ir a la universidad o al trabajo, lloraba y maldecía a menudo, y recibir visitas era algo que le sacaba de ese estado por unas cuantas horas.Volver a trabajar en el Mitsu no aka fue lo que logró reanimarlo, la convivencia con Rai, Ren y Ryū lograba sacarlo de aquella monotonía en la que se había sumido cuando comenzó a salir del apartament
Daisuke no podía determinar qué era peor, el hecho de ir enterándose de a poco de todas las cosas que Hikaru había estado haciendo incluso cuando se suponía que estaban juntos; o el hecho de saber que no podía volver a ver su rostro de nuevo, a besar aquella blanca piel aterciopelada a la que también sus manos se sentían atraídas de forma poderosa. Tembló de nuevo, sintiendo aquellas terribles ganas de llorar que le invadían bastante seguido en las últimas dos semanas. Casi no había salido del apartamento en el que vivieran juntos durante poco más de un año; tiempo en el que compartieron alegrías y lágrimas, en el que así como discutían se amaron con intensidad…Se encogió sobre la cama abrazando sus piernas, sin poder evitar que el llanto se apoderara de él por completo.— ¿Por qué?... &mdas
Llegó al departamento de Daisuke cerca de las cuatro de la tarde; lucía desaliñado y agotado, pero tenía que habar con el muchacho; tenía que convencerlo de ir a ver a su amigo al hospital, quizás así Hikaru hiciera un esfuerzo extra por reaccionar. Se detuvo un par de minutos frente a la puerta sin decidirse a tocar el timbre, talló su rostro con ambas manos hasta escuchar la voz de una mujer detrás de él.— ¿Se le ofrece algo?—Buenas tardes —saludó realizando una ligera reverencia—; estoy aquí para ver a Hirano-kun —explicó—. Es importante.— ¿Con Daisuke? —Preguntó la mujer sorprendida—, ¿y él no está?—No lo sé, no me he asegurado de ello —admitió nervioso.La mujer se acercó para dar un par de golpesillos sobre la puerta. El m
Ryū esperó un par de días para llamar a la madre de Daisuke, y explicarle lo que había sucedido; sabía a la perfección que su amigo no le avisaría a su familia, por temor a que lo juzgaran; tenía que ser claro con la señora, lo último que quería era ver a su amigo herido también por su familia. Se aseguró de hacer llegar las cosas de Hikaru a Higa Hayato junto con Yū, era preciso hacerlo para evitar que el chico tuviera que ir por sus cosas y volvieran a verse las caras.— ¿Estás seguro que sólo con esto basta? —le preguntó Yū.—No hay mucho más que podamos hacer por ahora; sólo estar ahí para Dai —le dijo esbozando una ligera sonrisa—. No podemos armar un pleito donde Daisuke ya pidió distancia.Yū asintió molesto.—Mayu está con él casi todo el tiempo desde ay
El último día en Fujisawa y Enoshima recorrieron un poco más de la isla, y por la tarde nadaron en el mar un poco. No querían quemarse demasiado bajo el sol; por lo que se dedicaron a recorrer más lugares bajo techo que al aire libre.Volvieron a Tokio pasadas las seis de la tarde, había sido un viaje que habían disfrutado, y que le confirmaba a Hikaru que su amante quería estar a su lado, y eso le llenaba de felicidad. Sabía que las siguientes semanas se les complicarían por la universidad y las consultas médicas de Daisuke, a las que él no tenía tiempo para acompañarlo, ya que debía presentar exámenes; y, de alguna forma, era volver de a poco a esa rutina que habían podido mantener durante el otoño y parte del invierno.Tenía demasiadas cosas que solucionar, y debía ir haciéndolo antes de que todos sus “problemitas&r
Último capítulo