Rose lo notó.
La escuché contener el aliento, como si el solo hecho de verme llorar le confirmara lo que temía. Me arrodillé con dificultad, sintiendo cada hueso protestar, y me aferré a su abrazo como si fuera la última cosa viva en un mundo que se desmoronaba.
—Rose... —mi voz salió desgarrada, un susurro quebrado que parecía más aire que palabra—. Nuriel está...
Tragué saliva.
Me detuve.
La frase temblaba en mis labios, colgando del abismo del silencio. El nudo en mi garganta era tan fuerte que dolía.
—Nuriel... está muerta.
El silencio que siguió fue absoluto. Denso. Más abrumador que cualquier grito, más desgarrador que cualquier llanto.
Rose no dijo nada.
Se quedó inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido en el instante exacto en que pronuncié la frase. Su cuerpo, tembló levemente, y luego sus brazos