Capítulo 72. La Agonía del Parto.
El viaje a la casa de seguridad en la costa había sido un infierno. Cada vaivén del vehículo, cada bache en la carretera, se convertía en una puñalada de dolor para Amelia.
Las contracciones eran ahora más frecuentes y más intensas, una cruel burla de su inminente boda. Sentía la humedad entre sus piernas, un escalofrío de terror confirmándole sus peores miedos. Los bebés, sus pequeños trillizos no estaban listos para nacer.
Al llegar a la propiedad, que resultó ser una villa aislada y algo destartalada, Enzo la llevó con una mezcla de desesperación y torpeza.
Los hombres de Amaloa, con sus rostros ocultos, se movían a su alrededor, tensos y nerviosos. La casa, aunque más espaciosa, tenía un aire lúgubre y olvidado.
—El doctor tiene que llegar ya —gruñó Enzo a uno de los hombres, su voz llena de pánico.
Amelia fue tendida en una cama en una de las habitaciones. El sudor empapaba su frente, su respiración era entrecortada. El dolor era inaguantable.
—¡Enzo! ¡Los bebés! —Amelia gimió, a