Capítulo 64. El Deseo que Calma la Tormenta.
La confesión de Noah en el salón había sido un torrente de honestidad, y Amelia había sentido su sinceridad. Sus palabras habían sido un bálsamo para la herida que Enzo había infligido.
Había llorado en sus brazos, sintiéndose estúpida por haber caído en el juego de un manipulador. Pero incluso mientras lo abrazaba, una pequeña voz en su cabeza, un susurro persistente, seguía sembrando una semilla de duda.
Las explicaciones de Noah sobre Sarah y el vientre seguro parecían lógicas, llenas de dolor y amor por ella.
Sin embargo, cada vez que lo veía mirar el retrato de su difunta esposa, cada vez que notaba esa melancolía particular en sus ojos, la imagen de él susurrándole a la pintura, se reproducía en su mente.
La confianza era como el cristal: una vez resquebrajada, las grietas, aunque invisibles a simple vista, siempre estarían allí.
Los días previos a la boda se tiñeron de una felicidad aparente, pero para Amelia, era una felicidad con matices.
Se sumergió en los últimos preparativ