Julieta llega en ese momento, corriendo, con el bebé en brazos, mientras Sofía paga el taxi. Su corazón tarde tan fuerte que casi la ahoga. Pregunta en información y le indican en que pabellón está. Al llegar abre la puerta, ella ve a Scott despierto y sonríe con esperanza.
—¡Scott! ¡Mi amor! —deja a la bebé en con Sofía y corre a su cama, tomándole la mano—. Gracias a Dios... pensé que te perdería...
Scott la mira con extrañeza. Sus ojos verdes, antes llenos de vida, ahora están opacos y perdidos.
—¿Quién… eres… tú?
Julieta siente como si le clavaran un puñal en el corazón. Sus labios tiemblan. Mira al doctor que revisa los monitores.
—Lo siento, señorita… —dice el médico con suavidad—. Es amnesia… No sabemos si será temporal o permanente. Esta sala está muy llena, deberían salir.
Julieta se cubre la boca para ahogar un grito. El bebé estira sus bracitos hacia él, balbuceando:
—Papá… papá…
Pero Scott solo la observa con miedo y confusión.
—¿Esa… es… mi hija?
Julieta rompe en llanto,