Miguel.
El nombre lo consume. El mismo que se llevó a Julieta. El mismo que ahora vive la vida que debe ser suya.
¿Por qué ella se lo permitió? ¿Por venganza? ¿Por miedo? ¿Por protección?
Scott necesita respuestas. Y no puedes seguir con esta farsa.
Sienta de nuevo en su habitación y marca, esta vez, a Babel.
—Hola? —responde la voz femenina, aguda, con cierta desconfianza.
-Babel. Soy Scott, el ex de Julieta.
—Oh… vaya. Qué sorpresa. ¿A qué se debe la llamada?
—Necesito saber dónde vive Julieta, aquí en Boston.
El silencio que sigue se puede cortar con un cuchillo.
—¿Por qué? Ella está casada, Scott.
—Porque tengo derecho a saber algo —responde él, con voz grave y honesta—. Solo quiero hablar con ella. No voy a hacerle daño.
—Ella vive en San Lucas, zona privada. Te paso la ubicación. Pero ten cuidado, Scott. Julieta ya ha pasado por mucho.
—Gracias, te debo una.
Cuando cuelga, siente que el estómago se le revuelve. Tiene la dirección. Tiene el camino. Tiene la decisión en la palma d