La mañana amanece nublada en Boston. Un viento frío recorre las calles mientras Julieta se coloca un abrigo ligero sobre su vestido beige y ajusta la gorra de Aura, cubriéndole sus orejitas sonrosadas. La pequeña la mira con esos ojos grandes y verdes que parecen reflejar el alma de Scott, aunque Julieta lucha contra ese pensamiento cada día.
—Hoy es un día importante, mi amor —le susurra mientras le abrocha su mameluco rosado—. Te van a cuidar un ratito en la guardería como hasta ahora. Mamá necesita ir a trabajar… tenemos que salir adelante.
Aura gime suavemente y Julieta sonríe, besándole la nariz antes de alzarla en brazos. Sofía, que está en la cocina, observa en silencio.
— ¿Estás seguro de esto? —pregunta, cruzándose de brazos—. Si quieres, puedo cuidarla…mi trabajo no es exigente. Tú en cambio no estás teniendo resultados con la venta de ropa por internet. Y ahora trabajas maquillando a domicilio.
—No puedo abusar de ti, Sofía —responde Julieta con una sonrisa triste—. Ha hech