Las camionetas se detuvieron en medio de la nada, pero el paisaje los dejó boquiabiertos. Frente a ellos se alzaba lo que parecía un oasis perdido en el desierto: una fortaleza imponente, inexpugnable para cualquiera... excepto para un Falcone. Y mucho menos para un grupo de Falcones furiosos con el hombre que se había atrevido a secuestrar a una parte de su familia.
Michael bajó primero, observando el lugar con calma y dejando escapar un silbido de admiración.
—Así que por eso no la habíamos detectado al principio —murmuró. Luego reparó en los múltiples impactos de bala en el portón.
Peter se acercó, frunciendo el ceño mientras rozaba el metal con la mano.
—Esto es reciente.
—Lo notaste —asintió Michael.
—Aquí pasó algo.
—Revisen el perímetro —ordenó él, sin quitar la mirada del portón—. No quiero más sorpresas.
Aún no comprendía por qué el Cuervo había accedido tan fácilmente al deseo de Tory. Algo olía mal.
Desde el interior de la fortaleza, Rodrigo observaba cada movimiento a