Hiena

—Por si no te queda claro, te lo diré explícitamente para que no quede ninguna duda: Deja de meterte con nosotros “Falcone”— escupió con saña Lizzie, aunque en su cabecita desequilibrada quería lanzar por la borda a esa maldita bastarda y su bastardita — . Peter es mi esposo. MÍO, SOLO MÍO. ¿Ok?

Para Lizzie, Vicky Falcone no merecía ni siquiera su mirada, o eso pensaba, pero ahora que estaba frente a ella y con toda la m****a que pasaba con Peter intuía que esa pelirroja, hija del demonio de Patrick Falcone, sería más leña al fuego y no en el sentido en que lo quería ella.

Y ella haría que ese fuego despertara, porque Peter era suyo, de nadie más. 

Se dio la media vuelta y dejó a madre e hija, ya había soltado su veneno, así que iría por quien le importaba. SU ESPOSO.

Así era ella, una nena de papá y lo que quería Lizzie, lo conseguía, prueba de ello era su no ya tan flamante esposo, un ex policía devenido en abogado solo porque ella así lo quiso. 

Desde ese día en que ese guapo policía la salvó, sus ojos y su mente se obsesionaron con tenerlo para ella, era como el juguete de la película que todos querían para navidad pero estaba agotado hasta que el padre le conseguía a su hijo el último que quedaba paseando a llevar a todo el mundo. Al principio solo lo vigilaba, mandó a un detective privado a seguirlo, aprendió a conocer sus gustos, los lugares que frecuentaba y todo lo relacionado con él. 

Tenía que estudiar bien a su “presa” antes de dar la estocada. Mientras el tonto del poli, un estudiante de derecho que había dejado la carrera “a medias” por falta de dinero y se metió en la fuerza policial, seguía su vida como si nada.

Cuando Lizzie tuvo todo en sus manos orquestó un plan perfecto para hacerlo suyo, lo primero era deshacerse de la noviecita de toda la vida que Pete tenía y eso fue relativamente sencillo, aunque le dolió ver que otra perra lo tocara contrató a una puta de la zona sur de Chicago. Una latina de tetas grandes y coño depilado que le ofreció sus servicios al poli en una de sus rondas. Y, aunque no pasó nada, las fotos que le llegaron a Jacky (su antigua novia) decían lo contrario.

Ese día celebró con champaña y usó su satisfayer para celebrar en nombre del “amor” que le profesaba a ese hombre.

Luego, vino el cortejo. Cosas sutiles, encuentros casuales en la calle, chocar “sin querer” o simplemente agradecerle por salvarla como una damisela en apuros a la antigua usanza. Pete, como el idiota que era no vio las señales, solo se dejó llevar por la amabilidad de esa hermosa señorita que lo veia como su nuevo trofeo y cayó. Estrepitosamente cayó en las garras de esa hiena…

Lo siguiente, fue el matrimonio más fastuoso y elegante del año, la luna de miel en Europa por meses y lograr el segundo objetivo de Lizzie… Que Pete dejara la fuerza.

— Cariño— le susurró al oído, después del maravilloso sexo que tuvieron mirando la torre Eifel  —.  Deberías retomar los estudios, ya sabes… no se vería bien que mí marido sea un simple policía, ya sabes como es mi mundo querido — le susurró al oído mientras le acariciaba la verga y luego dio su zarpazo final — ¿Por qué mejor no retomas tus estudios y te transformas en un gran abogado?

—¿Cómo sabes que estudié leyes?— preguntó Pete, un tanto asombrado.

Maldición… masculló para sus adentros, Lizzie, pero como no era nada tonta le respondió de lo más normal.

—Me lo contaste, cariño ¿no lo recuerdas? pero yendo al punto, ya no eres un simple policía y creo que sería bueno que subieras unos cuantos peldaños para alcanzarme.

—No lo sé… Yo… Hace tantos años…

—Hazlo, cariño. Además, así me quitas el temor de perderte cada día que sales a patrullar.

Colocó sus ojos de borreguito y terminó de convencer a su ahora marido. Quien después de su luna de miel, presentó su renuncia a la policía y, gracias a su suegrito, entró a mitad de semestre a la facultad de derecho de la universidad de Chicago.

Y así, la “reina Elizabeth” como la había apodado Pat, lograba cada vez su cometido, pero había uno que hasta el día de hoy, más de diez años después, no había podido concretar. Uno que anhelaba incluso más que a su ahora no tan flamante esposo y ese era el de ser madre.

Su primer embarazo lo perdió a las seis semanas de gestación y culpó a Peter porque no estaba con ella, sino que dando exámenes en la facultad. El segundo, aunque estaba Peter, no pudieron hacer nada, el feto ni siquiera era viable. Y así, sumaban y seguían las pérdidas de Lizzie, una más dolorosa que la otra.

Fue en una de esas pérdidas que Pete le fue infiel con Stella, la bella chica que conoció en un bar y con quien tuvo un amorío para pasar su pena o lo que sea. Es que su esposa era una perra o mejor dicho una hiena celosa y escandalosa que le hacía escándalo tras escándalo, por eso, cuando sucedió el último escándalo (conocido). La gente de la oficina lo mandó a ese maldito pueblo de Salem.

Lizzie no solo lo odiaba por engañarla, sino que también por preñarla mal, sentía que la culpa de todas sus pérdidas era de su esposo y no se cansaba de decirlo.

Por su parte, Peter fue un poco, solo un poquito feliz en ese pueblo y por primera vez en mucho tiempo se sintió libre, hasta que llegó Lizzie a cagarle la psique.

Lo amenazó con quitarle todo aunque él, realmente, no tenía nada y por su estupidez o por el miedo a ya ni sabía a qué, volvieron juntos. Se reconciliaron y Lizzie quedó embarazada por enésima vez y por enésima vez lo perdió.

Y esta vez no había sido la excepción. Nuevamente estuvieron en la dulce espera, su embarazo fue “normal” hasta los siete meses, donde los síntomas de la preeclampsia aparecieron y mientras estaba en el hospital los latidos del feto desaparecieron, le hicieron una cesárea de emergencia, pero ya era tarde.

A veces Peter se preguntaba, en la soledad que podía darse cuando se alejaba de ella, como ahora, mirando hacia  lo profundo del mar ¿Será que no estoy destinado a ser papá? y se respondía solo… 

—Quizá no soy yo, es ella…

Pero eso ya no importaba porque si de algo se había dado cuenta  en ese viaje, era de que su amor por Lizzie ya no estaba solo fracturado. Había desaparecido por completo.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App