Luego de la ceremonia, la comitiva avanzó por la entrada lateral de la embajada lentamente. Los guardias locales los reconocieron al instante y les franqueaban el paso con eficiencia. Marco descendió primero del vehículo. Abrió la puerta trasera sin decir nada. El andar de Catalina aún tenía elegancia, pero ahora teñida de tensión.
No se oyó ni un murmullo mientras cruzaban el vestíbulo principal. A esa hora, casi todo el personal estaba concentrado en la sala de monitoreo y las oficinas diplomáticas. Catalina caminó con paso seguro, sin esperar a nadie. Marco la seguía a un metro de distancia, atento, pero sin intervenir.
Doblaron por un pasillo alfombrado hasta llegar al ala este, preparada como zona de descanso para la Domina. Catalina se detuvo frente a su puerta, giró apenas el rostro.
—Gracias, Marco —dijo.
Él asintió con una leve inclinación de cabeza. Se quedó parado allí, en posición de resguardo hasta recibir nuevas órdenes.
Catalina ingresó sin apuro. Cerró la puerta tras d