Caminando de un lado a otro por su habitación, Maia se sentía ansiosa, como una adolescente que iba a su primera cita.
Tal vez, en el fondo, fuera realmente así, ya que tenía apenas 22 años.
Maia tuvo que convertirse en una mujer adulta muy temprano. La muerte de sus padres hizo que madurara antes de tiempo, ya que tuvo que vivir con familiares, de casa en casa, como una nómada, porque nadie quería hacerse responsable de ella. Cuando conoció a Tiago, creyó que él sería el hombre de su vida; era un hombre muy diferente de lo que se había convertido actualmente. Los dos luchaban para conseguir las cosas. Planeaban tener su propia casa y crecer juntos en la vida.
¡Dulce ilusión!
Solo ella tenía el sueño, solo ella corría detrás de las metas. En la primera oportunidad que tuvo, Tiago se fue, obligándola a madurar un poco más. Cuidar de una niña con problemas cardíacos no era fácil, aún más cuando tenía que matarse trabajando para no terminar perdiendo la casa y yendo a vivir en la calle.