Ocho meses después de casarse, Maia decidió inscribir a Lis en una guardería, donde su hija se socializaría con otros niños. Entonces, empezó a sentirse sola en casa, queriendo hacer algo para ocupar su tiempo, ya que trabajar fuera de casa estaba fuera de cuestión en ese momento, aún más cuando descubrió el nuevo embarazo.
—Ya te dije que no quiero que te esfuerces mucho, no hay necesidad de eso; no olvides que estás embarazada.
—Pero el embarazo nunca fue una enfermedad y el médico dijo que mi gestación no es de ningún riesgo.
—No me importa, quiero que descanses y te mantengas saludable.
—Pero ya no soporto quedarme dentro de esta casa todo el día.
—Mira, no puedo aceptar la idea de que trabajes fuera.
—Pero no quiero aprovecharme de ti. —Dijo ella, con miedo de que él pensara que se estaba aprovechando de su situación financiera.
—¿Y desde cuándo te aprovechas de mí? Te di una tarjeta para que hagas lo que quieras y, cuando llega la factura, parece que no la usas.
La pareja conver