52

Llegando al cuarto, donde Maia estaba con la hija y la cuidadora, Théo entró sin demostrar ningún tipo de nerviosismo.

—¿Cómo están las cosas por aquí? —preguntó educadamente.

—Todo en orden. —Respondió Maia, preocupada, sintiendo que algo no estaba bien.

—¿Hola, tío? Estoy dibujando con la tía Júlia. —Lis mostraba los lápices de colores en sus manos.

—Qué bueno, princesa, después quiero ver tu dibujo. —Pasó la mano sobre la cabeza de la niña, delicadamente.

—Voy a hacer un dibujo para usted, ¿qué le parece?

—Iré a amarlo; si queda bonito, lo pongo junto con los otros cuadros en la sala, ¿qué tal?

—¿En serio? —preguntó emocionada. —Voy a esmerarme. —Sus ojitos incluso brillaron.

—¿Podemos conversar un poco? —preguntó, dirigiéndose a Maia.

—Claro. —Respondió. —Ya vuelvo. —Dijo a las dos, que se quedaron en el cuarto.

—Está bien, mami. —Respondió Lis.

Mientras Júlia asintió con la cabeza.

Saliendo de allí, él la tomó de la mano y la llevó hasta su cuarto, cerrando la puerta.

—¿Qué pasó?
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