Cuando salió de casa por la mañana, Théo fue directo a la empresa. Ya que el abuelo había decidido que lo sacaría de la presidencia, había convocado una reunión con todos los accionistas. Aunque no quisiera ir, debía estar allí, ya que era uno de ellos.
Ya no estaba preocupado por si continuaría siendo el CEO o no; las acciones e inversiones que poseía podrían proporcionarle, por el resto de su vida, una buena calidad de vida. Cuando entró en su oficina, se encontró de frente con su abuelo. Joaquim Campos ya lo esperaba desde hacía mucho tiempo dentro de aquella sala.
—Pensé que no vendrías. —Dijo al nieto.
—Estaba ocupado. —Théo explicó.
—¿Cómo quieres seguir en la dirección de una empresa si no cumples con tus compromisos? —preguntó.
—¿Y quién dijo si quiero o no? —Lo interrumpió. —Durante ocho años honré este compromiso, llegando antes que todos y saliendo de aquí a veces hasta de madrugada, sin contar los días en que llegué a dormir en esta oficina. ¿De verdad vas a medir mi capac