Traeré a Isabella de vuelta.
La noche se convirtió en una pesadilla sin previo aviso, como si el mundo entero hubiera sido devorado por una tormenta de caos y violencia que arrasaba con todo a su paso, borrando en segundos cualquier rastro de calma.
Cloe despertó con un jadeo ahogado y el corazón latiendo desbocado como si quisiera escapar de su pecho.
Su cabeza palpitaba con una intensidad insoportable, como si mil tambores la golpearan desde dentro, y el dolor punzante en la sien la hizo gemir, sintiéndose desorientada y perdida.
Parpadeó una y otra vez, desesperada por enfocar la vista, pero todo estaba envuelto en una oscuridad sofocante, apenas interrumpida por el débil resplandor de los faros del auto, aún encendidos.
El olor metálico a gasolina y sangre impregnaba el aire, haciéndole dar arcadas y obligándola a cubrirse la boca con la mano mientras su mente intentaba asimilarlo todo.
Por unos instantes, no comprendió dónde estaba ni qué había sucedido.
Sus oídos zumbaban, su respiración era errática, y la