Debo hacer lo correcto.
Gabriel, que había permanecido en silencio, tensó la mandíbula con sus ojos fijos en Sebastián, analizando cada movimiento, cada palabra, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.
No confiaba del todo en Sebastián, por más que se arrodillara y que suplicara perdón, no bajaba la guardia.
Podía esperar cualquier cosa de él.
Sebastián sacó un sobre de su saco con manos temblorosas y lo colocó sobre la mesita junto a la cama.
—Aquí está todo lo necesario para el divorcio. Mañana lo firmaré y tú… podrás ser libre, Isa. Libre de mi nombre, de mis errores y de este infierno que te rodeó, de toda esta pesadilla que permití por mi orgullo y por mi ego.
Isabella parpadeó y sus labios temblaron, estaba sorprendida por la contundencia de esas palabras que había deseado escuchar desde lo más profundo de su corazón y que por fin, se hacían realidad.
—¿Estás seguro? —preguntó con un hilo de voz, temiendo que todo aquello fuera solo un espej