Feliz aniversario... ¿o no?
—Tres años... —susurró Isabella Deveraux, mirando al espejo con una extraña sensación de distancia, como si la mujer que le devolvía la mirada fuera una vieja amiga a la que llevaba tiempo sin ver—. Tres años siendo tu esposa, Sebastián, y apenas si me has notado.El suspiro que escapó de sus labios fue breve pero cargado de una nostalgia punzante, mientras ajustaba distraídamente el borde de su bata de seda blanca, tan suave como un susurro y ligera como la promesa que latía en su corazón desde aquella mañana.Su cabello castaño, recogido en un moño ligeramente desordenado, dejaba escapar algunos mechones rebeldes que enmarcaban su rostro limpio y radiante, casi virginal. Pero sus ojos… esos ojos verdes, profundos como bosques llenos de secretos, hoy guardaban uno especial, uno que había descubierto al amanecer y que ya no podía contener.Por un instante, tan breve como el roce de un pétalo contra la piel, Isabella sintió que el mundo tenía sentido, que todo lo que había sufrido por
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