Isabella yacía inmóvil sobre el pavimento húmedo, mientras el aroma nauseabundo a gasolina se mezclaba con la fragancia de su perfume y el olor dulce, ahora opacado, de las rosas que habían quedado aplastadas bajo su cuerpo.Aquel aroma, mezcla de muerte y memorias, se le clavaba en la garganta como una advertencia. Un latido sordo golpeaba en su cabeza, pero más inquietante era el frío que brotaba de su abdomen y se extendía por sus piernas, como una corriente helada que anunciaba algo peor.Parpadeó con dificultad, mientras las luces sobre ella se volvían borrosas, temblorosas, como luciérnagas danzando en una noche de tormenta.En sus oídos, un zumbido agudo no dejaba de vibrar, quizá era el claxon de algún coche cercano, o tal vez era su sistema nervioso gritando por ayuda desde algún rincón profundo de su conciencia que aún no se apagaba del todo.Quiso moverse, aunque fuera un gesto mínimo, levantar una mano, girar el cuello, pero su cuerpo se negaba. Estaba atrapada, anclada com
Leer más