Lianett quedó tan relajada que todo a su alrededor estaba lleno de colores y la hacía feliz. El solo mirar a su esposo la hacía suspirar como una tonta y distraerse de lo que verdaderamente debía tener su atención, pero le era imposible no seguirlo con la mirada y detallarlo.
Esa manera en que un mechón de pelo se le escapó de su perfecto peinado y le cae en la cara, esa mandíbula apretada debido a la concentración, su gesto serio y sexy, sus manos en puños y esas venas que recorren el dorso de las mismas solo la enloqueció un poco más. Aquel poderoso cuerpo y los tatuajes que se escapan del cuello de su camisa la estremeció.
―!Tan guapo y bruto! ―Soltó sin percatarse y la risotada que vino después gracias a la mirada de Barak la soltó con toda intensión. ―Perdón. ―Quiso retomar la compostura, pero le fue difícil. ―Se me salió.
―¿Por qué eres tan rencorosa? ―Esa pregunta pareció empeorar la situación de Lianett, carcajeó mucho más. Ni siquiera lo había dicho porque sintiera rabia.