LaurelDin asintió a mi petición y se marchó, dejándonos a Liadrek y a mí solos. Al fin...—¿Crees que sean los cazadores? —soltó apenas se cerró la puerta.—Es probable, pues nos han estado espiando por mucho tiempo. ¿Sabes qué creo? Que ellos no estaban seguros de que hubieran Woses acá, pero de alguna forma se enteraron.—Pero sí sabían sobre Bastian y Zebela...—Espera... —lo detuve—. ¿Qué tipo de cazadores fueron por la Wosa que la misteriosa manada les entregó?—No te entiendo...—Busquemos los libros que hablan de los cazadores antiguos. No todos ellos eran malvados. Había algunos que combatían a los Woses malos, esos que utilizaban su poder en contra de los demás.La cara de Liadrek se desfiguró con la sorpresa, la confusión y la incredulidad.—¿Woses malos? —dijo más para sí que para mí, como si la sola idea fuera una calamidad.Bueno, era una calamidad, pero no en la connotación que Liadrek procesaba.Suspiré.—Tú eres el que insiste en que todos son buenos. ¿Por qué crees q
LiadrekLos recuerdos regresaron frescos a mí a medida que corría por el bosque. Me vi allí, en busca de mi mate, mientras en la manada se llevaba a cabo una matanza.Ya había perdido a mi madre, así que no me daría el lujo de perderla a ella también. Fiorella era lo único que me quedaba.—¿Dónde está Fiorella? —le pregunté a su grupo de amigas, quienes, junto a otras personas, corrían desesperadas hacia un escondite.—Ella se fue a entregarse a los cazadores, pues dijo que fue su culpa que nos atacaran. Te juro que intentamos detenerla, pero ella huyó de nosotras. Lo siento, Liadrek, pero no podíamos seguir arriesgando nuestras vidas —se disculpó la más cercana, alcanzando a los demás entre llantos y remordimiento.Me quedé helado. No, no podía permitirlo.Corrí, entre asustado, enojado e impotente. ¿Cómo se atrevió a ponerse en peligro? ¿Acaso no pensó en mí? Ya había construido nuestra casa cerca de mi madre, tenía un medio de sustento para ambos y nuestra hortaliza.Ya la fecha de
LaurelEl informe de los centinelas llegó más rápido de lo que esperaba. Las alarmas de mi cuerpo se encendieron cuando leí la cantidad de enemigos que venían en nuestra contra: cien hombres.Según el informe, venían armados con artefactos desconocidos y a buscar algo que les pertenecía; que, si el alfa —o sea, yo— no iba a su encuentro con la Wosa, entonces ellos nos atacarían.—Ummm... —mascullé, pensativa—. Cien hombres no son suficientes para someternos, pero sí podrían causar un daño significativo en la manada si avanzan hasta aquí. Podrían morir civiles si tienen armas desconocidas.Entendía lo de las armas desconocidas: eran cazadores, que utilizaban artefactos modernos y elementos preparados para dañar a los Woses y poder combatirlos. Me imaginaba lo que esas armas podrían hacerle a un licántropo sin el poder de un Wos; sería fatal.Así que la cantidad de hombres no era tan relevante si ellos tenían ese armamento. Debía impedir que llegaran a Luz.—Din, prepara a los guerreros
LaurelLos galopes del caballo eran rápidos, decididos y ansiosos, reflejando lo que yo sentía en ese momento.El polvo y algunas piedrecitas eran levantados por el casco de George, que se hundía con intensidad y urgencia, como si él pudiera fusionarse conmigo y sentir mis emociones contrariadas y las ansias de llegar a Liadrek.¿Qué estaba sucediendo? ¿Acaso no la encontró y decidió seguir su rastro? ¿Cómo pudo ella salir de la manada sin ser interceptada por los guardias?Ayayay... Todo era tan extraño.—¡Liadrek! —lo llamé cuando la distancia entre nosotros fue menor, captando su atención. Me esperó con la mirada perdida, como si estuviera confundido por algo—. ¿Qué haces aquí? —le pregunté, una vez llegué a su lado.Él pensó antes de responderme, como si no encontrara las palabras correctas para articular una simple frase. Entonces vi las ojeras repentinas, sus ojos rojizos, la palidez en su piel y esa debilidad de la cual se estaba recuperando.Él estaba bajo la influencia de esa
LaurelDe repente, sin esperarlo ni haberlo premeditado, las espadas chocaban una con otra, mientras que algunos de los que luchaban se convirtieron en su forma bestial y empezaron a violentarse entre ellos.Puños contra puños, patadas, mordidas feroces y derramamiento de sangre eran el escenario en este árido y polvoriento lugar.La muerte no solo se reflejaba en la sequedad del suelo y las plantas raquíticas, sino también en los cuerpos sin vida que yacían sobre la tierra polvorosa. La sangre aliviaba la aridez de esta, pero al mismo tiempo le daba una vida que había sido robada con violencia.Miré a mi alrededor, en completo estupor, y descubrí que había muchos guerreros aquí.Al parecer, el resto de mis hombres nos había alcanzado, así que éramos más que los intrusos. Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de asimilar el caos, tampoco de impedirlo.Si era sincera, mi intención nunca fue pelear contra estos cazadores; sin embargo, tuve que defenderme, pues no tenía otra salida.
Dariela¡Maldición! ¿Cómo pudo fallar mi truco? ¿Cómo pudo él resistirse a mi habilidad?Era poderoso, pero manipulable, así que debió ser pan comido que se rindiera a mí. El plan parecía sencillo, pues ya lo había hecho antes, incluso con mates. ¿Que no era el lazo de los mates más fuerte que cualquier sentimiento?Entonces, si fui capaz de interponerme entre un vínculo como ese, ¿cómo no pude lograr que Liadrek me escogiera y se entregara a mí?—Maldita Laurel... —mascullé, con los dientes apretados por la ira—. No la entiendo... Ella debió ponerse celosa, sentirse herida, reclamarle, ponerlo a la defensiva para que sus emociones aumentaran la negatividad.—¿Por qué no lo hizo? Cualquier mujer con un corazón latiéndole se habría interpuesto entre su hombre y una intrusa. ¿Y por qué Liadrek pudo romper el espejo si ya lo tenía en mis manos?—Él la amaba... ¡Era eso! Un sentimiento puro y fuerte, inquebrantable... Amor...Me daba tanta curiosidad... Me pareció fascinante cómo ni pensó
LaurelCoqueteamos con la mirada y los gestos, sin necesidad de hablar, pues nuestras almas se comunicaban bien en el silencio. Aquí, ocultos de los problemas externos y de todo el caos que se había desatado, huíamos. Solo éramos dos almas heridas, en proceso de sanación.Nuestro amor necesitaba una caricia y volver a ser fuerte. Por eso le dábamos este bálsamo silencioso, íntimo y muy nuestro.Liadrek caminó hacia mí con pasos cautelosos, como si no quisiera presionar, pero al mismo tiempo, deseara dejar claro lo especial que era este momento para nosotros.Era como si confirmáramos nuestra relación, ya sin dudas, sin secretos ni cohibiciones. Éramos él y yo contra el mundo.—Me habías preguntado cuándo descubrí mis sentimientos por ti... —habló él mientras extendía su mano hacia mí, de forma caballerosa.Miré su brazo extendido y sonreí. Luego me sostuve de él y me dejé guiar hasta el interior de la bañera.Ayayay...La sensación fue maravillosa: el agua tibia, el perfume...Solté u
Laurel Ayayay...¿Qué era esto?Siempre imaginé este momento como algo sagrado y muy íntimo: la realización de las parejas. Algo que, en mi pensar, jamás me sucedería.Sin embargo, aquí estaba yo, siendo mordida por Liadrek.Sentí cómo la sangre fluía de mí, y el dolor, mezclado con placer y un intenso sentido de pertenencia, me embargó por completo. Liadrek se atrevió; su parte salvaje me reclamaba como suya...Sus colmillos de lobo estaban incrustados en mi piel, fieros como su dueño, dejando una marca eterna que nos confirmaba como pareja ante los demás.Ya no había marcha atrás. Liadrek y yo éramos más que amantes o dos personas explorando sus sentimientos. No... ya no éramos un intento de relación.Liadrek y yo nos estábamos convirtiendo en marido y mujer, en una familia formal...Sus gruñidos, que indicaban cuánto disfrutaba beber mi sangre, hicieron que mi cuerpo temblara con fuertes escalofríos.Ya no había dolor en mi carne, porque el éxtasis del apego lo había anestesiado.