Laurel
No podía disimular la sonrisa de mi rostro, pues me sentía feliz, renovada y muy relajada. A pesar del peligro que nos acechaba, confiaba plenamente en nosotros, en nuestra habilidad y en el amor que nos teníamos.
Podríamos con esto...
Suspiré y continué trabajando en el antídoto de Liadrek.
—¡Ayayay, creo que lo logré! —celebré y empecé a bailar por todo el taller, disfrutando de mi victoria. Lo convertí en una gargantilla con una piedra negra, parecida a un diamante, similar a las de Bastian y Zebela, solo que con un color distinto.
Suspiré, una vez más, como la tonta enamorada que era. Guardé la joya en un lugar secreto y salí del taller.
Había transcurrido una semana desde que mandé a Liadrek a descansar y su recuperación había sido impresionante.
Fue difícil mantenerlo alejado de Dariela, pues ella sabía cómo insistir y fastidiar, pero lo logré y he notado lo recuperado que estaba.
Mientras tanto, me inventaba entrenamientos con ella para entretenerla y estudiar "su poder"