LaurelSabía que mi repentino silencio y la manera tan profunda en la que estaba mirando a Zebela eran extraños y sospechosos, que debía reaccionar antes de que ellos se preocuparan, pero no podía evitarlo.Mi cerebro estaba trabajando rápido, hilando eventos y uniendo piezas.Ayayay... Yo ya no sabía qué pensar.—¿Todo bien? —la voz de Bastian me trajo de vuelta, entonces exhalé un largo suspiro y sonreí.—Sí, solo veo que Zebela está más enérgica. Por lo visto, alguien aquí sí entrena —comenté, acusatoria, pero Bastian solo resopló, desinteresado en mi sermón indirecto.—Soy el alfa. Como tal, necesito priorizar mi tiempo, en especial ahora que tengo unos gemelos que no descansan. ¡Son terribles! —se excusó, como siempre.—Ya que ustedes se han saltado algunos entrenamientos, vine para que practiquemos aquí.Los ojos de Bastian se entrecerraron, pero me esforcé en no delatarme.—Ummm... —masculló, para nada convencido.—¿Empezarás con tu insolencia? —le reclamé, a la defensiva, pues
Laurel Regresé a la manada cuando ya el sol se estaba poniendo. Justo cuando entré, las luces empezaron a encenderse y las madres recogían a sus cachorros, quienes se quejaban y pedían que los dejaran jugar un rato más.Suspiré y me dirigí directo al taller.—¿Dónde estabas? —La voz de Liadrek me sobresaltó, pues al que menos esperaba ver era a él.Mi cuerpo reaccionó al instante con sacudidas leves, mientras mi corazón latía eufórico por su presencia.Ay, qué tonto, todavía se alegraba de verlo.—Por ahí —mascullé, sin ganas de disimular que estaba molesta.Liadrek suspiró y se acercó a mí, meloso, como si nada hubiera sucedido.Ayayay, este chiquillo era un cínico, descarado, cara dura...—¿Peleas conmigo en tu mente? —preguntó, enarcando una ceja, al tiempo que me miraba con una profundidad que aumentó mi nerviosismo.No, no me dejaría debilitar por sus encantos.—Creí que estarías haciéndole compañía a tu víctima... es decir, a tu "protegida". Es más, deberías mudarte con ella; a
LiadrekMis manos todavía temblaban cuando entré a mi habitación, incrédulo de lo que había hecho. ¿Cómo pude pedirle un tiempo a la mujer que tanto me costó conquistar?¡Era absurdo!Me apreté el cabello y, por primera vez en mi vida, maldije. Fuerte y audible, con el dolor fluyendo en cada profanación.Y me derrumbé. Caí de rodillas al suelo, con el corazón sangrando y la impotencia obstaculizando el ritmo regular de mi respiración.—¡Soy un imbécil! —despotriqué en mi contra, airado y desesperado.Entonces el arrepentimiento me acarició con sutileza, hasta que el peso de mis últimas acciones me empezó a aplastar y, entonces, lo entendí: Laurel tenía razón en todo.Me sentí una escoria.—Yo te fallé... —reconocí, mortificado, y de momento tuve el impulso de correr hacia ella y pedirle perdón.Necesitaba decirle lo mucho que la amaba, que nadie era más importante que ella en mi vida, que haría lo que fuera para recuperar su confianza.¿Por qué tuve que hacerle esto?—Primero le fallé
LaurelNo fui capaz de enfrentar a Liadrek hoy, así que decidí no ir a desayunar. En su lugar, vine al taller y me puse a leer los libros antiguos sobre los Woses.Necesitaba pistas...Ayayay... Quizás estaba siendo paranoica, pero no había otra explicación.Si mis sospechas eran ciertas, entonces Liadrek corría peligro. Su poder era su debilidad y su pasado, una prisión.Me senté para no tumbar nada, pues mis manos temblaban de una manera que me impedía sostener cualquier cosa. Hice varias inhalaciones y exhalaciones para calmarme, pero era imposible.Había tanto en mi cabeza y corazón que sentía que me asfixiaba. Por un lado, estaba el dolor por el comportamiento de Liadrek y nuestra posible ruptura; y por el otro, la amenaza de ese poder espejo que me atacó anoche.¿Y lo peor? Que, si alguien era capaz de utilizar dicha habilidad, entonces ese chiquillo estaba vulnerable...Ay, debía protegerlo...Él siempre fue tan sensible y apasionado...Otro suspiro...No pude evitar recordar a
LiadrekBusqué a Laurel por toda la casa, pero no la encontré. Necesitaba explicarle por qué era incorrecto que estuviéramos juntos, pero mi lobo gruñía dentro de mí cada vez que lo sugería.Suspiré, porque mi cabeza era un desastre.—Liadrek... —La voz de Dariela me sobresaltó, y de forma instintiva tomé un porte defensivo, como si ella fuera una amenaza.No, era lo contrario; era ella mi protegida. Mi deber era cuidarla, pero...¿De qué o quién?Ella se me lanzó encima, buscando refugio en mi calor. No pude corresponderle. En su lugar, me aparté de repente, como si ella me repeliera.¡Qué locura!—¿Qué te pasa, Liadrek? ¿Te da pena que te vean? —Su última pregunta me hizo mirar por los alrededores. Fue cuando noté que estábamos en el patio.¿Cómo llegué hasta aquí?—¿De qué hablas? No está bien el contacto entre nosotros… Laurel...—¿Qué? Me dijiste que me protegerías y que yo sería la única mujer en tu vida. ¿Por qué la mencionas a ella?¿Qué?—No recuerdo haberte dicho eso... —sus
LaurelLas corrientes de las aguas serpenteaban por las rocas hasta caer en el arroyo, donde Liadrek estaba hundido hasta la cintura, con los ojos cerrados, dejándose curar por el líquido sagrado.Su sonido era relajante. La brisa aportaba su frescura, las aves, sus cantos, y los árboles, su perfume natural mezclado con las flores que estaban a distancia, pero que regaban su aroma y cubrían con su fragancia toda la montaña.—Bien, ahora utilizaré mi habilidad para detectar algún mal —le dije mientras caminaba a su alrededor. Extendí mis manos hacia él, quien fue cubierto por la luz blanca que salía de mis manos.Vi sus temores, sus luchas internas y la culpa que lo estaba consumiendo hasta llevarlo al desequilibrio mental. Fuera de eso, no encontré nada más.—No hay ninguna infección externa dentro de ti, así que tu mal es intrínseco —le dije, tratando de disimular mi preocupación—. Viene de tu interior, de tus emociones oscuras. Debes perdonarte y hacer las paces con tu pasado, o ser
Dariela¡Ah! ¡Qué frustración!Tiré todo lo que mis manos alcanzaban, destruyendo los pocos ajuares que esta casucha tenía. Odiaba este lugar, pero más odiaba a la alfa esa.¡Alfa! Una mujer tan pequeñita y corriente. Tenía que poner más presión, pero esa maldita era muy poderosa.Tanto poder para consumir...—Eres difícil de atraer, zorra —mascullé, frustrada.Deseaba tanto su esencia, la belleza de su fuerza, la delicia de su poder.Pero todos mis intentos fracasaban. ¿Cómo era ella resistente a mi habilidad?Por lo menos ese beta tenía mucho por ofrecer, pero ella también frustraba eso. ¡Maldita!Necesitaba alimentarme de otras fuentes para poder luchar contra la influencia de ella sobre Liadrek y así tener todo ese poder a mi disposición.Los miembros de esta manada no tenían mucho que ofrecer, pero me ayudaría ponerlos en su contra y poder desequilibrarla.—Liadrek, espero que me ayudes con esto. Solo un golpe final y ella quedará destrozada. Ese será mi momento para adueñarme de
LaurelNo podía disimular la sonrisa de mi rostro, pues me sentía feliz, renovada y muy relajada. A pesar del peligro que nos acechaba, confiaba plenamente en nosotros, en nuestra habilidad y en el amor que nos teníamos.Podríamos con esto...Suspiré y continué trabajando en el antídoto de Liadrek.—¡Ayayay, creo que lo logré! —celebré y empecé a bailar por todo el taller, disfrutando de mi victoria. Lo convertí en una gargantilla con una piedra negra, parecida a un diamante, similar a las de Bastian y Zebela, solo que con un color distinto.Suspiré, una vez más, como la tonta enamorada que era. Guardé la joya en un lugar secreto y salí del taller.Había transcurrido una semana desde que mandé a Liadrek a descansar y su recuperación había sido impresionante.Fue difícil mantenerlo alejado de Dariela, pues ella sabía cómo insistir y fastidiar, pero lo logré y he notado lo recuperado que estaba.Mientras tanto, me inventaba entrenamientos con ella para entretenerla y estudiar "su poder"