Kaia
Fue difícil despedirme de Nivi, pero por fortuna a él le agradaba Nevan, así que no hubo mucho drama.
Le di un beso en su cabecita y cerré la puerta del pasajero. Luego miré a Nevan, muy agradecida por su ayuda, y le sonreí.
—Espero que te vaya bien en tus clases. Por favor, cuídate y, si sientes o ves algo que te parece raro, no dudes en decirme. —Me pellizcó la nariz.
¿Por qué me dio la impresión de que me advertía de algo? Nevan y su misterio me preocupaban, pues nadie me sacaba de la cabeza que él sabía algo que yo ignoraba.
—Lo haré. Recuerda que sé defenderme. Tampoco me trates como si fuera una debilucha. —Hice un puchero.
—Lo sé, lo sé. —Levantó las manos en modo de paz—. Eres la hija del alfa Bastian, tuviste al mejor entrenador. Sin embargo, hay peligros que traspasan las artes marciales. Así que, por favor, hazme caso.
—¿Qué sucede? Siento que sabes algo que yo no.
Nevan se tensó. Lo vi en la manera sutil en la que frunció el ceño y cómo apretó sus labios ligeramente.