Kaia
La brisa me levantó varias hebras del cabello, y podría jurar que escuché su silbido, pues de repente hubo un silencio cargado de tensión entre nosotros.
—Nos vemos en unas horas, solecito. —Se me acercó y mi corazón se empezó a agitar. Creí que me daría un beso o algo, pero solo me picó la nariz con toquecitos juguetones, se giró y se subió a la camioneta.
Ni siquiera se despidió de Brenda.
¡Qué descortés!
—¡Adiós, Nevan! —gritó ella mientras agitaba las manos y sonreía con demasiada amabilidad.
¿Y Nevan? Pues, o la ignoró o quizás no la escuchó.
En fin, era Nevan. No me sorprendía.
Miré el asiento donde estuve yo, y la carita triste de Nivi se reflejaba por el cristal. Él miraba como a la espera de que lo sacara de allí y lo llevara conmigo, pero no podía. Y eso me rompió el corazón.
¡Mi bebé!
—Tu novio es raro —comentó Brenda de repente, sacándome de mis lamentaciones—. ¿Ustedes son mates?
Sentí un escalofrío en todo el cuerpo, pues no sabía cómo responder esa pregunta.
—Nevan