Kaia
Todo el encanto anterior fue roto. El fuego que ardía en mi pecho se convirtió en puro hielo, y la alegría que me hacía sentir en las nubes desapareció. Choqué con la realidad.
Y el golpe fue tosco y doloroso.
—Buenas noches, Nevan —musité con bajo ánimo cuando el silencio se tornó insoportable entre nosotros.
—Kaia, no es lo que piensas. Yo... —titubeó, y eso solo me hizo enojar.
¿Qué era lo que quería de mí?
Yo era ingenua y quizás un poco torpe, pero tampoco tomaría tan poco y me haría ilusiones. Era mejor enfrentar de una vez, saber dónde estaba parada.
Sí, tenía miedo...
—No te preocupes, Nevan, estoy bien —mentí, y estaba segura de que mi sonrisa fingida fue magistral.
De todas maneras, ya estaba acostumbrada a pretender bienestar.
—No, no lo entiendes... —Se relamió los labios, luego dio un paso hacia mí, pero yo reculé.
—De verdad que sí, pero puedo aceptarlo. No es que esté enamorada de ti ni nada por el estilo —¡qué mentirosa!—. Solo eres un chico lindo que satisfizo mi