Los días empezaron a tomar una forma extraña, como si el ritmo natural de la casa hubiera cambiado de golpe. Al principio no quise darle demasiada importancia. Pensé que tal vez estaba exagerando, que era solo mi mente buscando problemas donde no los había. Pero era imposible no notarlo.
Gabriele estaba... distinto.
No en el sentido físico, no en cómo me hablaba o en su trato conmigo. Aún me abrazaba por las noches, aún me dejaba besos fugaces en la frente o en la nuca cuando pensaba que yo no lo notaba. Pero había una tensión en su cuerpo, en su mirada, como si algo lo tuviera en constante estado de alerta. Como si cada fibra de su ser estuviera luchando por mantener el control.
Empezó a pasar más y más tiempo encerrado en su despacho con Gerónimo. A veces se quedaban allí hasta altas horas de la noche, y salían con rostros serios, murmurando palabras que no alcanzaba a oír. Cuando intentaba acercarme, las voces bajaban, el silencio caía de golpe, y la conversación moría antes de que