A kilómetros de allí, Kaelion se tensó de golpe. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Podía asegurar que algo andaba mal y para sentirlo tan apecho, tenía que ver con su elegida.
Intentó comunicarse con Vida y con Silas, pero no obtuvo respuesta, por lo que comenzó a desesperarse, al mismo tiempo que su pecho ardía, necesitaba saber de qué su elegida estaba bien.
—¡No me gusta esto! —gruñó, alzando la mirada hacia Nyxara y Milah—. Algo anda mal.
No dudó más. Reunió a varios lobos y partieron hacia el bosque, siguiendo el instinto que le gritaba que ella estaba en peligro y en esa ocasión, no pensaba dejarla sola, a como lo hizo en aquel lamentable viaje a París.
Dos desterrados se lanzaron sobre Silas, quien respondió con garras y colmillos, desgarrando la carne de uno mientras el otro lo mordía en el hombro. Vida, por su parte, esquivó a un tercero que intentaba sujetarla. Con un giro desesperado, le estampó una botella de vino en la cabeza, haciéndola estallar en vidrios y vino