El sonido de gritos y disparos retumba al otro lado de la pared, como un tambor de guerra que golpea directamente en el pecho. Sé que es él. Lo sé con cada fibra de mi cuerpo. Nikolay está aquí.
No puedo esperar más.
Miro la puerta. El guardia que estaba custodiándome ha ido a reforzar el perímetro. Solo queda uno, cerca de la entrada. Puedo oír sus pasos, nerviosos, arrastrando una cadena por el suelo.
Me muevo en silencio. Cada músculo de mi cuerpo arde, pero también me empuja hacia adelante. Abro la puerta con cuidado, lo suficiente para ver su espalda. Se ha girado hacia el pasillo, atento a los gritos, ajeno al monstruo que acaba de desatarse detrás de él.
Sin pensar, corro y me lanzo sobre él. El golpe lo tira al suelo y forcejeamos. Me agarra del cabello, intento zafarme, y entonces lo muerdo. Sí, lo muerdo con rabia, hasta que grita. En ese instante, le arrebato el cuchillo del cinturón y, sin dudarlo, se lo clavo en el cuello.
Uno menos.
Recojo su arma. Un cuchillo manchado d