La presión sobre Valeria aumentaba con cada día que pasaba en Nueva York. La amenaza interna que intentaba destruir la empresa de Alexander y la startup de Marcelo ponía a prueba no solo sus habilidades profesionales, sino también su fortaleza emocional. La alianza entre los tres había logrado resistir los primeros embates, pero la incertidumbre era constante.
Una mañana lluviosa, Valeria llegó temprano a la oficina, encontrándose con Alexander ya inmerso en la revisión de documentos. Su expresión era grave, pero en cuanto la vio, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—No podemos permitir que esta tormenta nos derribe —dijo él con determinación—. Necesito que estés conmigo, no solo como socia, sino como mi aliada más fuerte.
Ella lo miró a los ojos, sintiendo el peso de esas palabras y la sinceridad que las acompañaba.
—Estoy aquí, Alexander. Pero también necesito espacio para tomar mis propias decisiones.
El entendimiento entre ambos parecía crecer, aunque las diferencias aún la