La noche cayó sobre la ciudad como un manto de incertidumbre. Las luces de los rascacielos titilaban a lo lejos, pero en el despacho de Sebastián reinaba una oscuridad más densa que la del cielo. Julia observaba desde un rincón, mientras él repasaba una y otra vez los informes de seguridad, como si en algún renglón pudiera encontrar la verdad que tanto necesitaba.
La revelación de Martín sobre una segunda filtración había dejado a todos en vilo. La traición ya no era un hecho aislado, sino una amenaza latente que podía venir de cualquiera. Y lo peor: Sebastián comenzaba a mirar a todos con sospecha, incluso a quienes habían demostrado lealtad en el pasado.
—Esto no se detendrá hasta que alguien caiga —dijo finalmente, rompiendo el silencio con una voz grave.
Julia se acercó despacio, apoyando sus manos sobre los hombros de él.
—¿Y si ese alguien está más cerca de lo que piensas? —preguntó, con un susurro cargado de miedo.
Sebastián giró hacia ella, sus ojos reflejando un cansancio que