El día siguiente llegó con una mezcla de ansiedad y expectativas para Valeria. La ciudad despertaba lentamente bajo un cielo grisáceo, pero en su mente el torbellino de emociones no cesaba. Por un lado, la promesa de un futuro brillante en su carrera junto a Alexander Reyes; por otro, la calidez reconfortante que Marcelo le ofrecía, esa sensación de normalidad que parecía tan lejana en su mundo actual.Apenas entró a la oficina, una secretaria se acercó con una expresión inusual.—La señorita Valeria, el señor Reyes desea verla en su despacho. Ahora mismo.Su corazón se aceleró, no sabía qué esperar. Subió en el ascensor con la mente en mil pensamientos.Cuando la puerta del despacho se abrió, Alexander estaba de pie, mirando por la ventana, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Sin voltear, la llamó:—Entra, Valeria.Ella obedeció, cerrando la puerta tras de sí.—Tengo una propuesta —dijo él finalmente, girando hacia ella—. Quiero que formes parte del consejo directivo. No muc
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