Antonella McKay acepta un trabajo como asistente de Maximilian Bryant, sin imaginar que su atractivo jefe esconde un oscuro propósito. Lo que empieza como una tensión peligrosa entre ellos pronto se convierte en una pasión arrolladora, pero cuando descubre que ha sido una pieza en su juego de venganza, su mundo se desmorona. Entre el deseo y la traición, Antonella deberá decidir si enfrenta a Maximilian o se rinde ante un amor que podría destruirla. ¿Podrá escapar de su influjo o caerá irremediablemente en sus brazos? ------. . SERIE: EEA 0.5. Entre Venganza & Seducción 1. Amor Por Contrato 2. A Tu Lado 3. Al Fin Enamorada 4. La Chica Que Amas 4.5. Nuestro Pequeño Secreto (ASF1) 5. Debajo De Mi Piel 6. Dulce Loco Amor (ASF2) 7. Siempre Fuiste Tú (ASF3)
Leer más*—Antonella:
«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.
Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.
Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.
—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.
Antonella le dedicó una sonrisa.
—Sí, tengo una cita con el señor Maximilian Bryant —respondió sin dejar de sonreír.
La recepcionista la observó de arriba abajo, y Antonella frunció el ceño, ligeramente incómoda. ¿Qué tanto le miraba? Ese día había elegido cuidadosamente su atuendo para causar una buena impresión: llevaba una blusa verde pastel de flores y una falda de tubo beige. Había complementado el look con tacones de 12 centímetros a juego con la falda y recogido su cabello pelirrojo en una coleta alta. Sabía que lucía profesional, así que no comprendía por qué aquella mirada escrutadora.
—¿Su nombre?
—Antonella McKay —contestó rápidamente.
La recepcionista se levantó de golpe, casi sorprendida.
—Oh, sí, la estábamos esperando —respondió, de repente mucho más amable. Intercambió una mirada significativa con su compañera, como si se comunicaran en silencio, y luego le indicó a Antonella—: Sígame, por favor.
Antonella le devolvió una sonrisa cortés, aunque aún desconcertada por el cambio de actitud. No le daría más vueltas al asunto. La chica la condujo hacia los ascensores, y mientras esperaban, Antonella sintió el impulso de confirmar:
—¿Llego tarde? —preguntó, intentando disimular su nerviosismo.
Eran casi las 9:00 a.m., la hora que la señora Florence Miles, la asistente personal de los dos directivos más altos del grupo, le había dado para su reunión con el Vicepresidente del Grupo Bryant.
—No, está a tiempo —respondió la recepcionista, justo cuando las puertas del elevador se abrían.
Ambas subieron en silencio hasta el último piso, donde seguramente se encontraban las oficinas de los altos ejecutivos y del propio presidente de la compañía. Antonella intentó calmarse; aunque ya tenía el puesto asegurado gracias a la recomendación de sus padres, la ansiedad por empezar en un entorno desconocido era inevitable. Hasta ahora no había trabajado, ya que siempre había contado con el apoyo de su familia, pero ahora que estudiaba negocios en la universidad, ganar experiencia era vital para su futuro profesional.
Al llegar a su piso, salió del elevador con el pecho hinchado de determinación. Caminó por un amplio pasillo hasta detenerse frente a un elegante mostrador de madera en donde no había nadie en ese momento, y dos grandes puertas dobles talladas a cada lado. La recepcionista tocó suavemente la puerta de la izquierda, y Antonella se estremeció al oír una voz firme desde el interior:
—Adelante.
Su piel se erizó de los nervios. Hasta hacía unos instantes se había sentido preparada, pero ahora su ansiedad la embargaba. La chica abrió la puerta, haciéndose a un lado para que Antonella pasara.
Al entrar, sus ojos recorrieron la espaciosa oficina. A la izquierda, un gran librero lleno de libros dominaba la pared, algunos incluso apilados en el suelo por falta de espacio. Al lado, una credenza de la misma madera completaba el conjunto, y en la pared opuesta, un set de modernos sillones encajaba perfectamente con el ambiente profesional.
Un carraspeo la sacó de su inspección.
—Te estaba esperando —dijo una voz masculina.
Antonella giró la vista hacia el escritorio en el centro de la oficina, donde un hombre de pie la observaba con una leve sonrisa. Vestido con un elegante traje negro y una corbata azul oscuro, su presencia era tan imponente como juvenil. No debía tener más de treinta años. Ella le devolvió la sonrisa, nerviosa.
—Ah, ¿sí? —respondió, con una chispa de humor nervioso.
—Toma asiento —le indicó Maximilian Bryant, el atractivo hombre que sería su nuevo jefe, y segundo hijo del magnate Bradley Bryant.
Antonella tomó asiento frente al imponente escritorio tallado y observó al hombre sentado al otro lado, en un sillón ejecutivo. Maximilian Bryant era indudablemente atractivo. Aunque Antonella lo admitía sin reparo, no se dejaría deslumbrar tan fácilmente. Sin embargo, el cabello negro peinado hacia atrás con gomina y sus penetrantes ojos azules —característicos de los Bryant— eran difíciles de ignorar. Sabía que muchas quedarían cautivadas ante él, pero ella había visto hombres igual de guapos, y tenía la certeza de que Maximilian estaba más que acostumbrado a ser halagado por su apariencia.
—Soy Maximilian Bryant —se presentó el hombre, aunque Antonella ya sabía bien quién era; había investigado a la familia Bryant desde que supo que trabajaría para ellos. Además, sus padres eran cercanos a la familia, y aunque los había visto solo de lejos, les tenía ubicados.
—Un placer. Soy Antonella McKay, aunque mis amigos me llaman Ellie —respondió con una sonrisa.
—El placer es mío, Antonella —contestó él, dejando que su nombre resonara con un tono de voz inesperadamente sensual, lo cual hizo que ella sintiera un calor repentino en la piel.
Antonella simplemente sonrió. Maximilian aprovechó el momento para tomar una carpeta azul de su escritorio y la abrió, concentrándose en los documentos dentro. Mientras él revisaba, la puerta de la oficina se abrió de nuevo, y ella notó la entrada de una mujer de mediana edad con una bandeja.
—Le he traído algo de té, señorita McKay —dijo la mujer, a quien Antonella reconoció por la voz como la señora Miles. Habían hablado varias veces por teléfono desde que le confirmaron el puesto, pero esta era la primera vez que la veía en persona. La señora Miles, con su cabello blanco y su elegancia innata, le recordaba a Meryl Streep en The Devil Wears Prada, aunque su semblante parecía mucho más amable.
La señora Miles le entregó la taza, y Antonella inhaló el aroma familiar de su té favorito. Luego, la mujer dejó otra taza al lado de Maximilian y se retiró discretamente de la oficina.
—Entonces… —dijo Maximilian, alzando la vista de los papeles—, este es tu primer trabajo formal, ¿verdad?
—Así es —respondió ella, tomando un sorbo del té.
—La señora Miles será quien te capacite en todos los aspectos del puesto —comentó Maximilian con una sonrisa—. Es la mejor, y puedes aprender mucho de ella, así que mantente atenta, ¿de acuerdo?
—¿Trabajaremos juntos? —preguntó Antonella, intrigada.
Maximilian arqueó una ceja y adoptó una expresión seria.
—¿Tu padre no te comentó nada sobre el puesto? —inquirió, con un tono que parecía ligeramente irritado.
Antonella tragó saliva, sintiéndose algo nerviosa. En ese momento, la señora Miles regresó a la oficina.
—Sé que seré su asistente, pero… —Antonella miró a la mujer junto a Maximilian—, ¿acaso la señora Miles no es ya su asistente, señor Bryant?
Maximilian y la señora Miles intercambiaron una larga mirada antes de que esta última le respondiera con una cálida sonrisa.
—Después de que completes tu entrenamiento, planeo retirarme tras más de veinte años trabajando para los Bryant —explicó la señora Miles.
Antonella la miró, sorprendida. No le habían mencionado nada al respecto, pero ahora comprendía la situación. La señora Miles había dedicado una vida entera a esta familia, prácticamente el tiempo que Antonella llevaba viva. Seguramente, su decisión de retirarse coincidía con el retiro de Bradley Bryant, el fundador, quien había dejado el mando a sus tres hijos. Robert Bryant, el mayor, como el Presidente y a Maximilian, como el Vicepresidente. La señora Miles, al parecer, consideraba que había cumplido su propósito de ayudarles a tomar las riendas.
—Es increíble, señora Miles.
—Así es, querida. Ahora es tu turno de tomar el relevo —le dijo la señora Miles, sonriendo.
Antonella asintió, profundamente agradecida.
—Gracias por darme esta oportunidad —les dijo, mirando a ambos.
Esta oportunidad sería clave para su crecimiento profesional. Además, Ellie soñaba con algo más ambicioso: algún día, tal vez, Maximilian y ella podrían llegar a ser socios. Sus padres solo eran amigos de negocios de la familia Bryant, pero Ellie tenía la esperanza de lograr lo que su padre nunca había alcanzado.
—La señora Miles será quien te entrene durante quince días para que puedas asumir el puesto por completo —explicó Maximilian, poniéndose de pie—. Da lo mejor de ti y no dudes en hacerle cualquier pregunta que tengas. Bienvenida al Grupo Bryant.
Maximilian extendió la mano, y Ellie, dejando con cuidado la taza sobre el escritorio, se la estrechó. Le sorprendió lo cálida y suave que era la mano de su jefe. Cuando levantó la mirada, lo encontró observándola fijamente con una sonrisa algo seductora. Tragó saliva, incómoda. Esperaba que la relación con él se mantuviera estrictamente profesional y que jamás se sintiera atraída por Maximilian Bryant.
Ambos mantuvieron el apretón hasta que Ellie retiró su mano, rompiendo el contacto. Notó que Maximilian le echaba una rápida mirada a su propia mano, y luego le dedicaba a ella una expresión extraña, lo cual la puso un poco nerviosa.
—Lo primero que haremos esta mañana será un recorrido por las instalaciones, ¿de acuerdo? —intervino la señora Miles, captando la atención de Ellie—. ¿Necesitas pasar al baño o algo antes de comenzar?
—Estoy bien, gracias —respondió Ellie, tomando de nuevo la taza y terminándose el té de un largo sorbo. No estaba tan caliente, así que lo bebió rápidamente y luego preguntó—: ¿Dónde puedo dejar esto?
La señora Miles sonrió con amabilidad.
—No te preocupes, alguien vendrá a recogerla —le informó. Luego, rodeó el escritorio para situarse a su lado—. ¿Puedes caminar bien con esos tacones?
—La primera vez que usé tacones tenía catorce años —comentó Ellie, riendo. Caminaba bien con ellos desde hace tiempo. No los usaba siempre, pero podía moverse con soltura durante bastante rato. Había tomado clases de etiqueta para ser una “señorita decente”, como su madre siempre insistía.
—Perfecto, entonces vamos.
Ellie asintió, recogió su bolso que había dejado a sus pies y le dirigió una última mirada a su jefe, que seguía detrás del escritorio observándola con curiosidad. Ella le sonrió antes de seguir a la señora Miles hacia la salida.
—Diviértanse —les deseó Maximilian mientras salían de la oficina.
Fue un encuentro interesante, pensó Ellie, sonriendo para sí misma. Su primer contacto con su jefe había sido agradable, y esperaba que la relación continuara de esa forma. Estaba decidida a hacer su trabajo correctamente hasta que llegara el momento de dedicarse a sus propios proyectos. Tenía muchas expectativas en el Grupo Bryant, y esperaba que se cumplieran.
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Hola.
He decidido continuar con las historias extras que existen de la serie de Encontrando El Amor, que compone las siguientes historias un poco mas abajo. La 0.5 es la de Antonella, la cual posiblemente se divida en dos, ya veran porque cuando se termine. Quizas me de la imaginacion para escribir las historias que falten de la serie (Seth & Holly) (Jayden & Marle) (Harry & Kylie)
Otra cosa es que todas las historias de la serie se editaran, lo cual reducira el costo de los capitulos y claro, se vera mas estetica ya que han pasado 4 años desde la ultima vez que se editaron y siento que necesitan un poco de amor.
En esta historia es probable que muchas odien a Chris, si ya leyeron Amor Por Contrato, pero es obvio que sera el villano en esta historia. Sin embargo, espero que disfruten esta historia y otras que estan por venir.
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SERIE: EEA
0.5. Entre Venganza & Seduccion (2024) 1. Amor Por Contrato 2. A Tu Lado 3. Al Fin Enamorada 4. La Chica Que Amas 4.5. Nuestro Pequeño Secreto (ASF1) 5. Debajo De Mi Piel 6. Dulce Loco Amor (ASF2) 7. Siempre Fuiste Tu (ASF3)
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*—Max:Max se tensó de inmediato al pensar en la lectura que le dijo esa vidente a su padre.Antes de saltar en conclusiones, Max quería saber más detalles.—Te dijo algo muy específico, ¿verdad? —preguntó Max, sin apartar la vista de su hermano menor, y comenzando a entender las previas acciones de su padre.Bradley sonrió de medio lado, como si hubiera estado esperando esa pregunta.—Si, Serafina fue muy específica con esas grandes mujeres —comenzó con una voz que bajó un tono, casi como si recitara una profecía—. Tres mujeres que marcarán el destino de mi legado…—continuó como si estuviera recitando una profecía o algo así—. La primera —dijo Bradley, girando su copa con elegancia entre los dedos—, es una rosa roja con espinas. Con su belleza hará sangrar al corazón más fuerte, pero enseñará que el dolor puede conducir a la redención.Max sintió un estremecimiento en la nuca. Esa imagen, tan específica, tan simbólica… no podía referirse a otra que no fuera Antonella. Era demasiado ex
*—Max:La ceremonia transcurría con absoluta armonía. Las luces suaves del atardecer acariciaban el jardín decorado con flores blancas y doradas, y el murmullo de las conversaciones alegres llenaba el aire con un ambiente de celebración. Todos parecían felices, pero nadie tanto como Maximilian Bryant.Max no podía dejar de sonreír, literalmente. Su rostro, normalmente serio y reservado, ahora estaba iluminado por una expresión de pura dicha. Se sentía ligero, casi como si caminara entre nubes. El día más feliz de su vida había llegado, y era aún más perfecto de lo que había imaginado.Por instinto, bajó la vista a su mano izquierda. La sortija de casado brillaba bajo la luz natural, y una risa, suave y algo boba, se le escapó de los labios. La giró entre los dedos, como si aún no pudiera creer que era real. Esa argolla no era solo un símbolo. Era promesa, compromiso, destino… Era ella.Alzó la vista y la buscó entre los invitados. La encontró al instante, como si su mirada supi
*—Max:Aún faltaban muchos pasos por dar, muchas cosas que cumplir, desafíos que enfrentar y sueños por construir… Sin embargo, en ese instante, mientras el sol comenzaba a teñir de oro suave el cielo de la tarde, Max se sentía pleno. Como si cada pieza rota en su interior hubiera encontrado su lugar. Como si todo el caos, el dolor y las dudas del pasado lo hubieran conducido exactamente hasta aquí: al primer día del resto de su vida, junto a ella.Max alzó el mentón, el corazón palpitándole con fuerza bajo el chaleco de su traje negro perfectamente entallado. Sus ojos buscaron con ansiedad el final del pasillo, donde la música nupcial comenzó a sonar, suave, solemne, pero cargada de emoción. Entonces la vio.Antonella.Radiante, caminando hacia él como si el mundo se hubiera detenido para enmarcar su belleza. El vestido blanco, etéreo, parecía flotar con cada paso que daba sobre el sendero cubierto de pétalos. La cola se deslizaba con gracia en la alfombra blanca sobre el césp
*—Max:Después de un día perfecto, Max y Antonella regresaron al apartamento, aún con las mejillas sonrojadas por el aire fresco de la colina y los recuerdos que se aferraban a su piel como una segunda ropa. Apenas cerraron la puerta, Max no perdió tiempo. La miró con esa mezcla de deseo y ternura que solo él podía conjurar, y la tomó entre sus brazos como si quisiera sellar, una vez más, todo lo que sentía por ella.La llevó hasta el dormitorio, besándola en el camino, con la urgencia de quien no se cansa de amar. Esta vez, sobre la cama, la adoró con calma y devoción, marcando su piel con caricias que hablaban más fuerte que las palabras. Y aunque Antonella no se quejaba del encuentro anterior en medio del campo, sí le lanzó una sonrisa traviesa entre suspiros cuando murmuró:—Al menos aquí no hay caballos espiandonos…—comentó Antonella divertida.Max rió entre besos, su voz ronca de afecto y deseo.—Creo que uno incluso resopló cuando terminamos.—¡Lo sabía! —respondió ella
*—Antonella:Los ojos de Max estaban fijos en los suyos, brillantes, profundos, decididos. Y aunque ella no dijo ni una palabra, su alma ya lo sabía.—No se supone que debería ser así, pero el momento es el que habla, ¿no? —murmuró Max, tomando una de sus manos—. No planeé decirlo ahora. O sí… no lo sé. Lo pensé tantas veces, pero es que estás aquí, tan tú… tan real. Y no quiero dejar que este momento se me escape otra vez.Antonella soltó una risa nerviosa, incrédula, y se cubrió la boca con la otra mano.—¿Estás... pidiéndome matrimonio?Max asintió con una sonrisa ladeada, vulnerable como pocas veces ella lo había visto.Entonces, con la otra mano, Max la metió dentro de la canasta que tenían a un lado. Antonella lo observó con curiosidad, frunciendo el ceño ligeramente.—Espera… —susurró ella, notando su gesto repentino.Y de pronto todo tuvo sentido.Claro. Así que por eso había impedido que ella abriera la canasta por completo antes. Por eso había insistido en ser él quie
*—Antonella:Finalmente, llegaron a la cima. Max ya la esperaba bajo un árbol corpulento, de ramas extendidas como brazos que los invitaban a refugiarse. Desde allí, la vista era impresionante: a lo lejos, los rascacielos de la ciudad se recortaban contra un cielo amarillo con nubes blancas borrosas. Era un contraste perfecto entre lo salvaje del campo y la frialdad urbana.Antonella rió al ver la manta de cuadros rojos extendida sobre el césped, perfectamente colocada, junto a una canasta de mimbre. La brisa jugaba con los flecos de la manta, y el sol que comenzaba a descender pintaba todo de un dorado suave y nostálgico.—¿Cuándo trajiste todo esto? —preguntó entre risas, con una mezcla de sorpresa y ternura en los ojos—. Esta había sido tu idea desde el principio, ¿verdad?Max se limitó a sonreír mientras ataba su caballo al tronco del árbol, a unos pasos del improvisado pícnic.—Tal vez —respondió sin mirarla directamente, como si no quisiera admitir lo obvio, pero su sonri
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