En la Proximidad.
No entraron de inmediato, esa fue la primera decisión consciente que tomaron al llegar al perímetro final del laboratorio: detenerse. Permanecer en el borde, habitar la proximidad sin cruzarla.
Isela comprendió, con una lucidez incómoda, que ese gesto resumía todo lo que eran en ese momento.
Siempre a punto, siempre cerca, siempre calculando el costo de avanzar un paso más.
El laboratorio se alzaba frente a ellos como una idea materializada. No era solo un edificio: era una declaración.
Estaba integrado al terreno con una precisión que desafiaba la lógica del abandono. No sobresalía, no se imponía, se adaptaba, como si hubiera aceptado que el mundo ya no toleraba estructuras arrogantes.
—Está escuchando —dijo Cayden, en voz baja.
No se refería a micrófonos, ni siquiera a sensores convencionales, se refería a algo más difuso: patrones de consumo, ajustes térmicos, respuestas pasivas del entorno. El laboratorio no reaccionaba, aprendía.
Damian desplegó un mapa táctico improvisado, proye